"Si alguien me quiere explicar el mecanismo que hace que un cambio en el valor del dólar afecte de manera inmediata, directa y proporcional a todas las variables económicas que también me explique por qué la Argentina no es Estados Unidos" (Ministro Kicilloff, reportaje difundido por la agencia DyN, 26/1/2014).
La frase testimonia el mundo mental dentro del cual funcionan los razonamientos económicos del Ministro, y por qué le va así.
Esta visión extrema del "vivir con lo nuestro" supone posible -y lo que es peor, cree que existe- una economía argentina cerrada a los intercambios comerciales, financieros y tecnológicos globales. Esa realidad nunca existió, pero aún admitiendo que fuera discutible en otros tiempos, en el mundo actual es equivalente a una visión esquizofrénica.
La Argentina vende su principal riqueza, la producción agropecuaria, en dólares. Son alrededor de 25.000 millones al año, con los que financia sus dislates internos. Allí, en el mercado mundial, "realiza su ganancia" -utilizando términos marxistas- el principal sector excedentario de la economía argentina. No los tendríamos, si el mundo y el país fuera como los concibe Kicilloff.
Para obtener esa producción agropecuaria hay numerosos insumos que deben abonarse en dólares: semillas, fertilizantes, agroquímicos, algunas partes sofisticadas de las maquinarias agrícolas. Y el gasóil, sin el cual no puede haber ni siembra ni cosecha y que es cada vez más dependiente de la importación de petróleo -gracias, entre otras cosas, a la desastrosa gestión energética del gobierno al que pertenece Kicilloff, que se desentendió del tema energético hasta quedarnos sin petróleo-.
Nuestro país le compra al mundo -en dólares- el 70 % de los componentes de cada automóvil que se "fabrica" en nuestros pagos y más del 95 % -también en dólares- de los "componentes" de la industria electrónica de Tierra del Fuego.
Recibió -en dólares- los préstamos que solicitó a los organismos internacionales para obras y programas públicos (rutas, puentes, viviendas, reformas institucionales, y hasta planes sociales) y en dólares debe devolverlos. Y también recibió -en dólares- las inversiones privadas externas, desde las automotrices a las mineras, desde las petroleras hasta las dirigidas a proyectos inmobiliarios. En todos los casos, está obligada a dejar retirar a sus dueños -en dólares-, si así lo decidieran, las ganancias y la amortización del capital invertido, según lo dispuesto en las leyes locales y convenios internacionales vigentes y que Argentina ha firmado.
Los componentes importados -y eventualmente, las patentes y royalties externos- de todo el sistema industrial deben ser abonados en divisas. Medicamentos, óptica, perfumería, juguetes, maquinaria pesada, sistemas informáticos, química, hasta los royalties de la industria indumentaria, textil y hasta alimentaria. Y también las importaciones transitorias de componentes de bienes intermedios que, una vez elaborados, reexportará -en dólares-. En dólares debe abonar también los fletes y seguros internacionales.
No necesita el Ministro que nadie le explique que Argentina no es Estados Unidos. Con dar un vistazo a la economía que teóricamente gestiona, observará por qué el valor del dólar está imbricado en todo el proceso económico.
Y también advertirá por qué la preocupación de aquellos que a pesar de vivir en un país tan imbricado con la divisa, sólo cuentan para su sobrevivencia con recursos nominados en una moneda que es el único activo del 90 por ciento de los argentinos: el peso.
Éste es el signo monetario cuyo valor debiera ser cuidado por el Banco Central -que para eso está- y por el gobierno que integra.
Es ésta, la única "riqueza" de millones de argentinos, la moneda bastardeada por la emisión espuria de papel pintado y el descontrol hasta el dispendio de los recursos públicos por una administración cuyo desinterés por la solidez monetaria está sumergiendo a la mayoría de sus compatriotas en una pobreza creciente.
Ricardo Lafferriere
2 comentarios:
"Todos los desvíos conducen a la ciudad de Lluevemuertos"
Enrique Lázaro, escritor español. Del cuento: "Una ciudad que se llamaba Lluevemuertos"
Y este gomierdo tomó no sólo todos los desvíos posibles e imposibles, sino que incluso inventó otros nuevos, así que ahora Argentina está completamente desviada, rumbo a su absoluta e irreversible destrucción en un diluvio lluevemuertino mas no urniversal, porque no llegamos a las elecciones nacionales porque, como dijera el Ángel: Ya no hay más tiempo, se terminó el tiempo... Y hemos elegido mal, muy mal. En fin... Habrá que lloverse, nomás.
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