Impactada (“IM-PRE-SIO-NA-DA”) por un ramo de flores que
debe haber conmovido su sensibilidad femenina con que la recibió el presidente
de China Xi Jinping, la señora comenzó su agenda en el gigante asiático
retribuyendo la visita presidencial que recibiera hace algunos meses, en lo que
fue la única visita de máximo nivel de un país importante durante su segundo
mandato.
El marco de esta visita no puede ser más favorable a los
anfitriones.
Con una balanza comercial favorable superior a los 6.000
millones de dólares anuales, son beneficiarios de la concesión de territorio
virtualmente soberano a una empresa (CLTC) dependiente de la Dirección General
de Armamentos del Ejército Popular Chino sobre el que la Argentina no tendrá
prácticamente jurisdicción alguna.
También es cesionario de varios cientos de miles de
hectáreas y favorecido con la posibilidad de ser adjudicatario de obras
públicas sin control ni licitación a raíz del convenio firmado entre ambos
países con la sola condición de que ofrezca financiamiento y sin participación
de los organismos parlamentarios argentinos correspondientes que aprueben las
obras –que sólo requerirán la aprobación de funcionarios del Poder Ejecutivo en
la oscuridad de sus despachos-.
Todo vale. A cambio, tan sólo se piden créditos de cortísimo
plazo, que deberán ser abonados por el próximo gobierno, en forma de “Swaps”
entre Bancos Centrales, con los cuales la administración kirchnerista está
manteniendo el jubileo de dólares regalados y con ellos –o sea, con un endeudamiento
febril- la ficción de una estabilidad cambiaria de pies de barrio. Un crédito que para los chinos, con reservas por cuatro billones (cuatro millones de millones de dólares) significan una propina, a cambio de la cual pueden aspirar...a lo que deseen.
Este endeudamiento es realizado con el propósito de mantener
bajo control la inflación vía ancla cambiaria, aunque su efecto sea la profundización
de la recesión y el agravamiento de la situación de crisis con la que entregará
la administración al gobierno que lo suceda, por los condicionantes de una
deuda de vencimiento inminente.
Para la Argentina, la trascendencia de este convenio y este
viaje no puede ser más incierto y peligroso. Para el país anfitrión, tener en
bandeja un país regalado con una administración que ya no pretende siquiera
ocultar sus concesiones, rayanas en la entrega que en otros tiempos hubiéramos
calificado sin atenuantes de “cipaya”. Una administración a la que, a cambio de
esos dólares de “swaps” se le puede conseguir cualquier cosa.
Una base científica en nuestro territorio que goce de
extraterritorialidad, dependiente del Ejército Popular Chino, puede entusiasmar
a los vocingleros aplaudidores del Patio de las Palmeras, carentes de
compromiso y vocación nacional. Sin embargo, no pasa desapercibida en el juego
estratégico global, mucho menos al observar el persistente avance de China en
nuestro subcontinente.
No se trata, por supuesto, de negar la importancia de la
colaboración de un país que se ha convertido junto a Estados Unidos en uno de
los grandes motores del mundo globalizado. Se trata de advertir que una
política sana debe ser transparente, analizada, debatida en público por los
espacios que la democracia prevé al respeto en sus implicancias presentes y
futuras, y fundamentalmente teniendo en cuenta la proyección trans-temporal,
atento a que sus efectos se extenderán más allá del gobierno actual afectando
al país y las generaciones que vienen.
China se está comportando, por su parte, con los peores
vicios de un país colonialista del siglo XIX. Frente a lo que está haciendo en
países con los que “colabora”, el contrato con la Baring Brother o las
inversiones de La Forestal parecerían regalos de los Reyes Magos.
Hace poco tiempo, desde este lugar, mencionábamos en tono
fuertemente crítico la conducta colonialista de China con sus socios comerciales,
apoyada en acuerdos con dictaduras, en la superexplotación de sus trabajadores
y de los países en los que invierte y en su indiferencia absoluta ante los
problemas ambientales que genera o la violación sistemática de los Derechos
Humanos.
Hay numerosos ejemplos: la masiva deforestación africana
-227 millones de hectáreas de selva en África Central, o un millón de metros
cúbicos de madera selvática de Birmania por año o la desertificación de
Mozambique-, es uno de ellos.
Pero no el único ni el peor: la disciplina laboral
cuasi-esclavista de sus empresas en Gabón, en Sudán, en San Juan de Marola
–Perú- y en el propio territorio chino incluyendo el trabajo esclavo de
menores, ha sido denunciado por el Premio Nóbel Li Xiaobó, quien por esas
denuncias fue condenado a diez años de prisión, que está cumpliendo.
Las miserias humanas de explotación sexual, prostitución y
trata de personas en su extracción de Jade en
Birmania, del desmantelamiento de la riqueza forestal rusa por empresas
chinas en Siberia, el soborno de funcionarios venales en países corrompidos a
través de sus Bancos de Exportación y de “promoción” (Eximbank y China
Development Bank) con el “financiamiento” de obras faraónicas a costos
desmedidos por los sobreprecios y de su ansiedad por comprar alimentos “a granel”
–y tierras para producirlos- son otros ejemplos. Tanto como la ocupación
literal de miles de kilómetros cuadrados del territorio de Kazajistán y
Turkmenistán con empresas petroleras propias, regidas por la ley china y con
seguridad militarizada.
Bienvenidas, si se dan, las inversiones extranjeras, entre
ellas las chinas. Pero no si llegan para ocultar la incapacidad de gestión de
un gobierno populista con un nuevo y más
peligroso endeudamiento. O para financiar la corrupción crónica de funcionarios
venales.
Mucho menos bienvenidas si llegan para introducir al país en
un juego internacional que nos supera, con autoridades actuando como infantiles
aprendices de brujos en la gran política del mundo, cuando no tienen capacidad
para contener la violencia cotidiana, la desbordada actuación de sus agentes de
inteligencia volcados a acciones criminales, o custodiar un Fiscal de la Nación
que investigaba hechos de terrorismo considerados ya de lesa humanidad.
Aunque seduzcan a la señora con un ramo de flores “IM-PRE-SIO-NAN-TE…”
Cual los espejitos de colores con que los conquistadores –se dice- hace cinco
siglos sedujeron a los indios.
Ricardo Lafferriere
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