Las Naciones Unidas comienzan el debate sobre la eventual
reglamentación –o prohibición- de las armas robotizadas con autonomía táctica.
En otras palabras, robots que deciden por sí –aunque según una programación
previa-, entre otras cosas, cuándo disparan y a quién. Son máquinas que abarcan
desde los drones aéreos, blindados, robots de infantería y nano-armas,
controlados por sistemas complejos de inteligencia artificial.
Las neurociencias anuncias avances tales como el rejuvenecimiento
de células nerviosas adultas, que recuperan plasticidad y regresan a estadios
de juventud. Comenzamos a tener esperanzas de “vencer a la muerte”, por primera
vez en la historia de la especie humana.
La nano-bio-genética sorprende con el anuncio de las
técnicas para “cortar” secuencias de ADN para corregir daños, extirpar o
reemplazar por otras. En China ha comenzado a realizarse en embriones humanos.
En otros países, con animales y vegetales. El avance es enorme.
Las neurociencias –nuevamente- anuncian el desarrollo exitoso
de métodos de estimulación de zonas cerebrales específicas para lograr la
“excelencia” en campos puntuales: matemáticas, música, deportes de competencia,
memoria, sentimientos.
También las neurociencias presentan el implante de retinas
artificiales, que captan las imágenes y las transmiten al nervio óptico
permitiendo recuperación –por ahora, parcial- de la visión a personas con
retinas inutilizadas. Los implantes cocleares, para tratar problemas auditivos,
tienen ya años de desarrollo y son cada vez más perfectos.
En nanomedicina se avanza aceleradamente en el diseño y
construcción de artefactos de pocos micrones de tamaño, en condiciones de
desplazarse en forma autónoma por el interior del cuerpo, con finalidades
diversas: reparar tejidos dañados, realizar operaciones de destrucción de
células cancerosas y escanear partes del cuerpo –desde órganos hasta partes del
cerebro-.
En nano-tecnología y micro-tecnología se presentan
“enjambres” de artefactos de tamaño ultrapequeño en condiciones de trabajar en
conjunto compartiendo inteligencia –tipo panel de abejas, u hormiguero- que
permiten desde la realización de tareas en sitios de difícil acceso hasta
operativos militares.
En Gran Bretaña se presenta el resultado de desarrollos tecnológicos
que permiten fabricar carne sin animales. El método es el corte de la cadena de
ADN bovina en la sección que contiene el mando para “fabricar” los tejidos
biológicos –la carne- de las partes útiles para el consumo. Este ADN modificado
es alimentado con los nutrientes adecuados y el resultado es la producción de
carne, con el gusto que se desee, sin redes nerviosas y sin necesidad de un
animal vivo que la porte y al que sea necesario sacrificar para extraerle su
producto. Y que, además, puesta en producción masiva, resultará sustancialmente
menos costosa que la crianza de bovinos.
En Corea se anuncia la presentación para el año 2020 de la
Internet “5G”, 60.000 veces más rápida que la 4G –a su vez, entre diez y cien
veces más rápidas que las 3G-. Esto permitirá el funcionamiento fluido de la
“Internet de las cosas” –es decir, artefactos de todo tipo, desde hogareños
hasta fabriles, desde militares hasta médicos- conectados directamente a
Internet con funcionamiento autónomo. Y de la Inteligencia Artificial global.
Google presenta el automóvil que se maneja autónomamente
–sin conductor- y realiza experiencias de decenas de miles de kilómetros en
rutas congestionadas sin producir accidentes. Lo guía un sistema de
inteligencia artificial conectado al GPS. En maquinarias agrícolas –por
ejemplo, tractores- ya se aplica y está en el mercado, incluso en la Argentina.
Microsoft pone en el mercado sistemas de realidad virtual
que reproducen cualquier escena deseada, existente o ficticia, novelada o real,
generando percepciones sensoriales y sensaciones sicológicas a voluntad con
absoluto realismo. Virtualidad en juegos, defensa, sexo, comercio, turismo,
relaciones con identidad propia o fraguada, son los nuevos conceptos.
Son solo ejemplos que llegan diariamente por la prensa. No
avanzan sobre la infinidad de desarrollos en estado de laboratorio, o que
permanecen reservados por motivos comerciales, de secreto industrial o de
seguridad. Son sólo las que trascienden, que –se dice- alcanzan apenas al 10 %
de las existentes y están siendo puestas a punto por gobiernos, empresas y
laboratorios.
Todos ellos reflejan, sin embargo, un fenómeno subterráneo:
la gigantesca revolución científico técnica global.
Hace tres lustros, el científico, empresario y futurista Ray
Kuzweil publicó su obra “La singularidad está próxima”. Aunque la obra pasa
revista a una serie de avances en los diferentes campos del conocimiento, su
propuesta final era impactante: en pocos años, diez o tal vez quince desde
ahora –década del 2020-, la simbiosis entre la inteligencia artificial y la
inteligencia humana estarán dando origen a un nuevo tipo de humanidad,
tecno-biológica. A ella se llegará en forma paulatina pero crecientemente
acelerada, primero optimizando los funcionamientos biológicos del cuerpo, luego
su rejuvenecimiento controlado, y por último, su potenciación con implantes
tecnológicos que ampliarán al nivel deseado la capacidad cerebral. Diez años es
menos de lo que nos separa de la llegada del kirchnerismo al poder –simplemente
para dar la idea de la rapidez de los cambios-.
La obra se escribió en el 2004 y su pronóstico de avances
tecnológicos respondía a lo que él denominó “Ley de los rendimientos
acelerados”. Su tesis es que cada avance científico-tecnológico potenciaba los
siguientes en una progresión geométrica y que en el momento en que se lograra
la integración de los sistemas inteligentes –tecnológicos o
humano-bio-tecnológicos- se lograría iniciar una nueva era, la de la
“singularidad”, con el inicio de un nuevo paradigma.
En el proceso de cada nuevo paradigma tecnológico dominante,
especialmente en el campo de las tecnologías de la información, el proceso
analizado desde una perspectiva macro marca cuatro etapas en cada ciclo de
cambio: la aparición de un nuevo desarrollo tecnológico, su maduración y
comienzo de aplicación, su adopción generalizada y por último su crecimiento
exponencial, hasta la aparición de un nuevo paradigma que lo reemplazará. Las
dos primeras etapas muestran crecimientos lentos y sostenidos hasta el comienzo
de su adopción generalizada, en que se produce una especie de “codo” en su
evolución hasta que el crecimiento se hace exponencial.
En 1985 una computadora hogareña "standard"
ofrecía una capacidad de cómputo de la trillonésima parte del cerebro humano.
En 1995, de una billonésima. En 2005, de una millonésima. En 2015, de una
milésima. Tres ceros por década. A mediados de la próxima década, alcanzará la
capacidad de cálculo del cerebro, que en 2013 logró ya la super-computadora
china Thiane-2. La miniaturización hará el resto.
Pues bien: Confieso que la primera vez que lo leí, hace
algún tiempo, me pareció ciencia ficción. Sin embargo, el seguimiento atento de
las noticias de los últimos tiempos y la proliferación por doquier de nuevas
aplicaciones me lleva a intuir que estamos comenzando a transitar el “codo”, y
que en los próximos años presenciaremos un cambio vertiginoso y una extensión
generalizada de las nuevas tecnologías a todos los campos de la realidad que
superarán todos los marcos de análisis con que hemos interpretado el mundo
hasta hoy. Ese cambio se está incubando.
Doscientos científicos y empresarios –de los más importantes
del mundo, entre ellos Stephan Hawking, Bill Gates y Elon Musk- alertaron en enero de 2015 sobre
el avance avasallador de la Inteligencia Artificial, anunciando que puede
llevar “al fin de la raza humana”. Se refierían a la posibilidad de la
auto-programación de sistemas computacionales complejos, que permiten no sólo
el auto-desarrollo de programaciones altamente sofisticadas (es decir, programarse a sí mismos), sino también de su
potenciación al estar todos contectados entre sí, a través de Internet, en
tiempo real y a la velocidad de la transmisión de datos. El control, por parte
de estos sistemas, de las grandes macro-redes de las sociedades desarrolladas y
complejas –energía, infraestructuras, defensa, seguridad, comunicaciones- les
otorga un poder abrumador y –eventualmente- invencible. La conexión a Internet de la infinidad de artefactos militares, hogareños, médicos, implantes personales, seguridad, administrativos, etc. ("Internet de las cosas"), hace de esta vulnerabilidad una debilidad existencial.
¿Nos estamos preparando para participar de esta revolución y
prevenir sus peligros? Da la impresión que no. Nuestra reflexión nacional está
centrada en debates históricos y no asume el cambio socio-tecnológico. Sólo
espontáneas iniciativas de emprendedores –científicos y empresarios- toma nota
de este cambio global, que sin embargo nos impregnará sin pedir permiso y
superando cualquier intento de frenar su llegada.
Preocupa el nivel de la reflexión pública, desde el empinado
nivel máximo hasta los comentarios periodísticos y las propias propuestas
alternativas. Si la política no se interesa, la realidad lo hará por sí sola.
La consecuencia la conocemos: el desarrollo será rápido, pero muchos, muchos,
sólo lo mirarán pasar. Perderán el tren, serán los nuevos excluidos y sus vidas
quedarán atadas a los estertores de un pasado cada vez más conflictivo,
polarizado y violento.
El cambio de ciclo político es un buen momento para abrir
las puertas a la reflexión. La vida empieza todos los días y aún estamos a
tiempo. Pero cada día que perdemos será más difícil recuperar terreno.
Ricardo Lafferriere