domingo, 22 de junio de 2008

¿Nuevamente América?

Habrá que mirar nuevamente a América.
Nuestros pueblos sudamericanos, que recibieron de los viejos países colonialistas una savia fundadora sobre la que edificaron sus valores, su cultura y su imaginario, hace doscientos años comenzaban la aventura de sus independencias.
Sufrieron mucho, como en todas las luchas. Ejércitos imponentes y disciplinados, como el de José de la Serna, último virrey del Perú, fueron enfrentados por legiones de militares criollos al frente de millares de gauchos, hasta culminar en Ayacucho con la ruptura del último eslabón de la cadena. Y comenzaron a edificar sus países.
En esta construcción también sufrieron. El roto cordón umbilical fue reemplazado en las ideas por un faro brillante que inspiró todas las Constituciones de los nuevos países: los Estados Unidos, la única República existente en el mundo a comienzos del siglo XIX. En ella se inspiraron nuestros próceres y su Ley Fundamental impregnó de los nuevos valores revolucionarios las bases fundacionales de América: los derechos y libertades, la soberanía del pueblo, el Congreso como poder fundamental, y en algunos casos como el argentino, hasta el diseño del federalismo. Alberdi y Sarmiento, dos de nuestros próceres intelectuales, vieron en las leyes y en la educación de los juveniles “Estados Unidos” un paradigma a emular.
El fulgurante asceso norteamericano, sin embargo, desbordó hacia los vecinos con actitudes imperiales que lo alejaron del sentimiento criollo. Acciones traumáticas, como las intervenciones armadas, la guerra de Cuba o la apropiación de casi la mitad del territorio mexicano, fueron creando e incentivando una distancia que se proyectó durante años. Mientras, Europa volvía a inyectar savia trabajadora a través de millones de inmigrantes que llegaron con sus habilidades y su cultura, impregnando las viejas sociedades coloniales-revolucionarias. Y surgió esa sociedad pujante de comienzos del siglo XX, que en algunos países –como el nuestro, como el Uruguay, como Chile- recrearon su simpatía por sus “madres patrias”, alejándose espiritualmente del hermano mayor, cuyo liderazgo se había convertido en una esperanza frustrada.
Así recorrimos el siglo XX. Una recelosa mirada que en ocasiones expresaba simpatía y en otras, molestia y hasta odio, fue oscilando entre nuestros países y los dos grandes espacios de occidente. De uno, recibimos su cultura. Del otro, sus instituciones. El violento siglo XX también nos enredó a los latinoamericanos y pasó como un vendaval cuyos coletazos nos golpearon y aún nos dividieron –desde las dos grandes guerras, hasta el mundo bipolar; desde las “guerras revolucionarias” hasta la “doctrina de la seguridad nacional”; desde los modelos autárquicos, hasta la globalización-.
Pero quedaron los valores. Entre ellos, uno pasó a la cabeza: la lucha por los derechos humanos. Y otro lo siguió de cerca: la solidaridad.
Las decisiones que tomó el Parlamento Europeo la semana pasada golpean en el corazón de ambos. El reclamo –ya que la “lucha por” desapareció hace rato- de respeto por derechos humanos en Cuba, que había llevado a una actitud saludada y respetada por los demócratas latinoamericanos, acaba de sufrir un golpe abrumador con el levantamiento de las sanciones, motivada por razones de almacén y despreciada hasta por sus supuestos beneficiarios. Y la solidaridad recibió el mazazo de la “directiva de retorno”, mejor definida como ley de expulsiones, sancionada por el Parlamento Europeo, que encuadra en la condena ética más enérgica desde Kant a Bauman –ambos europeos, ambos luminosos, ambos respetados-, no sólo desde la igualdad formal en busca de la utopía de la “ciudadanía universal” sino desde la propia filosofía humanista de la posmodernidad. Europa se ha encerrado en sus vicios, desechando sus virtudes. Y ver a un socialista como Rodríguez Zapatero esforzándose en construir sofismas justificatorios no hace más que profundizar la tristeza de nuestra perspectiva americana y, estoy seguro, también de la de millones de europeos que aún creen en la modernidad y en la igualdad esencial de todos los seres humanos.
Quizás tengamos, una vez más, que volver nuestra mirada a nuestra América. A nosotros mismos, que todavía debemos aprender mucho. Y a nuestros antiguos hermanos mayores, que también deben aprender especialmente en su humildad, para matizar su convicción de ser los depositarios de la marcha de la historia hacia la democracia universal y terminar con actitudes que los degradan, como la prisión de Guantánano, pero que se han convertido en el país del mundo que, aún con sus espasmos excluyentes, más cantidad de inmigrantes recibe anualmente y mejor ejemplo democrático nos está mostrando con su proceso de selección de nuevo presidente.
Desde nuestra lejanía geográfica del Occidente del Sur, que es Europa y también es América, no podemos dejar de admirar a una sociedad abierta que ha llegado en su evolución a abrir la posibilidad de que un negro descendiente de esclavos esté en la puerta de ser elegido su Presidente (¿sería esto posible en algún país europeo?). Quienes transitamos los cincuenta o sesenta años de edad, aún recordamos la dureza de las luchas por los derechos civiles, las muertes de Kennedy y Luther King, la persecusión de las acciones aberrantes del KKK y la admirable resistencia de millones de jóvenes norteamericanos a la política de su gobierno en Viet Nam, bastante más claras que las de los jóvenes franceses durante la batalla de Argel. En momentos de balances, no podemos dejar de pensar en sus aportes a la formación de una conciencia universal sobre los derechos humanos.
Pero principalmente, debemos recordar las responsabilidades propias, las que se asientan en los valores en los que se apoyó la fundación de nuestras sociedades, y que se extienden desde producir alimentos para un mundo hambriento, hasta abrir nuestras puertas a todos los hombres de buena voluntad; desde defender sin anteojeras los derechos de las personas de cualquier ataque –de “izquierda” o de “derecha”- hasta trabajar con todos los pueblos del mundo que lo deseen para la construcción de una globalización con ley, con justicia, con equidad, con derecho y con respeto al planeta, convertido en el hogar común, más allá de las pequeñas ranchadas nacionales, de todos los seres humanos que lo poblamos.
No hay ya en el mundo personas aisladas. Se está conformando el gigantesco entramado del mundo global de las personas, que se agrega a la vieja globalización de los Estados y la no tan vieja de las empresas. Todos somos hoy responsables de todo. Cada ser humano sobre la tierra va en camino de convertirse en una célula –libre e igual- a las otras 6.700 millones que conforman la humanidad, con su responsabilidad indelegable en la construcción del mundo que viene. Trae de arrastre sus viejas épicas, sus antiguas afinidades, sus recelos y miedos. Debe sacar lo mejor de ese pasado, inspirarse en los ejemplos más sentidos y, en nuestros pagos, parafraseando a Heidegger cuando definía al ser humano como un “proyecto lanzado”, pensar en América, toda ella, como lo señaló Juan Pablo II en su viaje a Brasil, como el Continente de la Esperanza para aportar, desde acá, al “proyecto lanzado” de una sociedad planetaria mejor.


Ricardo Lafferriere
www.ricardolafferriere.com.ar
ricardo.lafferriere@gmail.com

La renta de la tierra

La actualización del debate sobre los aranceles de exportación sobre algunos productos primarios ha vuelto a instalar el tradicional debate sobre la “renta de la tierra”.
Su estudio fue encarado por los clásicos, desde Adam Smith y David Ricado, hasta Carlos Marx, y aunque sus conclusiones no son exactamente iguales, se refieren en todos los casos a un supuesto de origen diferente al de la Argentina de hoy: la presencia del “terrateniente”, dueño de la tierra por herencia feudal o propiedad originaria, que recibía un monto del ingreso por facilitar la disposición de ese bien para la producción aplicando en él el trabajo y la tecnología necesarias para la producción, esta última ínfima en relación a la requerida en la explotación agropecuaria moderna.
Al precio final de la producción, entonces, deducidos el costo del trabajo, de la tecnología y de la ganancia capitalista, le quedaría un “excedente”, que recibiría el terrateniente como compensación por el uso de una propiedad privada, normalmente preexistente y no adquirida según las reglas de mercado, no incorporadas a la cuenta del “capital” -y por lo tanto, no sujeto al mecanismo capitalista la de tasa de interés- para la puesta en marcha de un emprendimiento productivo.
El valor de esa renta difería para los distintos autores. Para Adam Smith, estaba determinada por la porción de la rentabilidad que debía entregarse al terrateniente como condición de su disponibilidad. David Ricardo cuestionaba este concepto, sosteniendo que se confundía con el alquiler del bien y proponía un método basado en el diferente nivel de productividad de los diferentes tipos de suelo. En su razonamiento, el precio de producción agropecuario estaba fijado por el costo de producción más la ganancia de un producto generado en las tierras menos productivas, y la diferencia de ganancia entre este precio –al que correspondía un determinado mayor nivel de costos- y el surgido de las tierras más productivas era la “renta” abonada al terrateniente. De este razonamiento se deduce que la renta no existiría siempre, ya que en el supuesto de un territorio con igual productividad, ese diferencial no existiría.
Marx, en un análisis que diferenciaba entre renta “absoluta” y renta “diferencial”, y a la vez subdividía a ésta en “clase 1” y “clase 2”, sintetizaba su concepto en la afirmación de que “renta es todo aquello que se le paga al terrateniente por explotar su tierra”. No existiría sólo en el caso de la propiedad colectiva de la tierra, o sea, de su libre disposición por cualquiera y se fundaba en el carácter “limitado” de la tierra, a diferencia de los bienes de producción “producidos”. En una economía de propiedad privada, la renta sería, en su concepto, el equivalente de una ganancia extraordinaria en una sociedad colectivizada. Su concepto tenía que ver con la demanda –que fija el precio- y con la oferta –que determina el costo de producción- y hoy está fuertemente matizado por el cambio sustancial en el proceso productivo agropecuario
¿Cómo hace una economía moderna para evitar que la “renta” o “ganancia extraordinaria” beneficie injustamente a pocos? A través del sistema impositivo, y específicamente, del impuesto a las ganancias, cuya elaborada sofistificación permite contemplar todos los aspectos necesarios para discriminar situaciones diferentes.
La tierra, hoy, es un componente de la explotación agropecuaria, pero con las siguientes características:
Es un bien de mercado, para acceder al cual es necesario realizar una determinada inversión que no puede obviarse en las cuentas de capital. Al igual que cualquier otro bien, su costo está determinado por su productividad intrínseca, y por la tecnología y la capacidad del trabajo humano que requiere se le incorporen. El precio de disposición de la tierra para una campaña agrícola no tiene una característica económica muy diferente de alquilar una grúa para la construcción para un edificio, o un generador eléctrico para una planta industrial, o del escenario para un festival audiovisual.
En la ecuación de costos, la tierra ha dejado de tener la importancia fundamental que tenía en épocas de escaso desarrollo tecnológico y trabajo humano sin calificar. La explotación agropecuaria marcha hoy a la vanguardia del desarrollo tecnológico y requiere no sólo un equipamiento que suele ser comparable o superior al valor de la tierra –y que, al igual que ésta, tiene un costo de mercado- sino que necesita inversiones cuantiosas en semillas, fertilizantes, plaguicidas y otros complementos que acrecientan la demanda de inversión. O sea: requiere contar con un capital operativo que hace un siglo era ínfimo.
El precio de los productos agropecuarios de exportación está determinado por el mercado mundial, haciendo imposible aplicar un criterio homogéneo de cuál es la “renta” diferencial con respecto al costo de la producción realizada en otros países. La aplicación de subsidios en numerosos países agrega un componente adicional de distorsión del mercado, reduciendo artificialmente el precio de competencia. Los insumos agropecuarios, el gran componente de la producción agropecuaria moderna, tienen, por su parte, un mercado internacional con precios globalizados.
La novedosa ganancia que produce el incremento de los precios internacionales no es atribuible a la propiedad de tierra o la “renta agraria”, sino al crecimiento estructural (y no meramente circunstancial) de la demanda frente a una oferta que no ha reaccionado a la misma velocidad, pero que la seguirá hasta alcanzarla, mediante la incorporación tecnológica, biotecnológica y de producción. Para mantener el nivel de rentabilidad será necesario volcar crecientes ingresos a ambos frentes de investigación, desarrollo tecnológico e incorporación productiva. Y confiscar la rentabilidad no sólo conspira contra ese objetivo, sino que anula el excedente con el que puede financiarse la ampliación productiva para responder a la demanda creciente.
Estas circunstancias marcan la esencial similitud entre la explotación agropecuaria y cualquier otra explotación económica. Las leyes de la economía –oferta, demanda, rentabilidad, inversión, ahorro, tasas de interés, tecnología, precios, riesgos, seguros- no tienen diferencias fundamentales –aunque sí especificidades- con otras actividades que ameriten un trato distinto en razón de la justicia distributiva.
Lo antedicho no implica negar la posibilidad –e incluso, la necesidad- del arbitraje público en algunos aspectos sensibles relacionados con la disponibilidad de alimentos para el país y el mundo, de la misma forma que otros mercados –como el de medicamentos, por ejemplo- o incluso el arraigo de la población, la preservación del ambiente, los bosques y la propia diversidad biológica. Ese saludable y necesario arbitraje debe ejercitarse, cuando sea necesario, contemplando el interés general, con las herramientas impositivas y de asignación de recursos fijados por el orden legal, con sus límites, condiciones y controles, y debe ser adecuadamente fundado, producto de un debate transparente y abierto como el que requiere la modernidad reflexiva.
Pero también implica tomar conciencia de que tratar a la tierra como en los tiempos de la economía feudal o inmediatamente post-feudal o con criterios similares a los de la minería extractiva de recursos no renovables –como el petróleo, por ejemplo- puede generar el desestímulo a la actividad agropecuaria, provocando en definitiva el incremento de los precios al golpear sobre la oferta reduciéndola, fenómeno que se insinuó ya a nivel internacional a raíz de la crisis argentina en estos últimos tres meses, que incrementó el precio internacional de la soja. De esta forma, no sólo se afecta a los productores, a los que se agrede con la incertidumbre sobre sus condiciones de trabajo e inversión, sino se genera un daño de alcance universal: el encarecimiento de los alimentos a una humanidad hambrienta.
De cara a la justicia impositiva, la conclusión es nítida: el impuesto a las ganancias –aún con la discutible incorporación de un impuesto especial a la ganancia extraordinaria- sigue siendo la mejor respuesta, en razón de que grava la ganancia realmente producida en cabeza de los productores que la tengan, y admite suficiente sofistificación como para poder contemplar las deducciones por zonas, por cargas familiares, por reinversión de utilidades y demás rubros que ha estudiado suficientemente la ciencia impositiva y que integren la decisión política debatida y expresada en el Congreso, como representación de la pluralidad social.
Aún así, la prudencia debe guiar la excepcionalidad. Los hechos concretos marcan los previsibles destinos –y desatinos- de esos ingresos extraordinarios en la Argentina de hoy. En manos públicas, es altamente probable la irresponsabilidad (tren “bala”, caso Skaska, empresas públicas fantasmas, festival de subsidios cruzados, corrupción ramplante, falta de control y transparencia). En manos de los productores se canaliza hacia la industria de maquinarias agrícolas, la inversiones en biotecnología, la ampliación de la producción, el comercio y los impuestos locales, la dinamización de los pueblos rurales, la ampliación del stock ganadero, y en ocasiones, alguna inversión inmobiliaria en departamentos en la ciudad para alojar a los jóvenes de familias agropecuarias que estudian. Difícilmente haya un ejemplo más claro del rol económicamente virtuoso de la libertad de mercado que éste, eximiendo al Estado de su necesaria intervención ante la inexistencia de distorsiones. Ni la posición más extremadamente marxista podría hoy ignorar la diferente consecuencia que tiene una renta apropiada por un Estado autoritario y sin “accountability” de uno democrático, transparente y moderno, o su libre disposición por ciudadanos libres.
Las “retenciones móviles”, como se ha dado en llamar a los aranceles variables de exportación de soja, al no discriminar diferentes situaciones, además de violar la Constitución, conllevan una confiscación tosca y rudimentaria, propia de un sistema fiscal primitivo, generan injusticias y provocan desestímulos a la producción sin ningún beneficio en el precio de los productos que gravan –sino que, por el contrario, encarecen el alimento en el plano internacional sin abaratarlos en el plano interno, ya que dichos productos no forman parte de la canasta alimentaria argentina-. Y conspiran contra el desarrollo integral del territorio reforzando la concentración macrocefálica, la industria ineficiente subsidiada por el campo y la construcción política clientelar, en los que tributaría injustamente el esfuerzo productivo agropecuario. Un buen impuesto a las ganancias, transparente, sofisticado y coparticipable, es infinitamente superior a cualquier retención.
La “renta agraria” es un concepto interesante para el análisis académico de otras épocas y otros países que, aunque usado ligeramente en el debate político argentino para “vestirlo” semánticamente, no tiene relación alguna con la fijación de aranceles móviles sobre la exportación de soja, los que en esencia implican la intervención directa sobre el precio de mercado de un producto (y sobre los derechos de sus dueños productores) sin respaldo constitucional, y sin ventajas sociales o económicas verificables.



Ricardo Lafferriere
www.ricardolafferiere.com.ar
ricardo.lafferriere@gmail.com

lunes, 16 de junio de 2008

¿Horas finales?

¿Es que han perdido toda noción de prudencia? ¿Es que no les interesa ya atravesar cualquier límite? ¿Es que la paz entre los argentinos dejó de ser para el gobierno un valor apreciable?
Que tengamos que vivir esta situación bordeando el abismo en el momento internacional más promisorio de la historia argentina es sólo imputable a una causa: el deterioro del marco institucional por la obsesión autoritaria de una persona.
Cualquier país democrático, ante un conflicto de la magnitud del que existe con el campo, hubiera buscado su solución a través de su sistema de mediación institucional. Para eso está el Congreso, sus comisiones específicas, sus espacios de diálogo y generación de consensos... incluso su justicia, si así fuera el caso.
Todo está parado, por decisión del jefe del partido oficialista. El Congreso no se reúne desde hace semanas, a pesar de los reiterados esfuerzos de los legisladores opositores. La Justicia sigue con su marcha parsimoniosa, como si estuviera juzgando una tranquila causa particular en la pacífica Suiza. Y mientras eso sucede, el jefe del peronismo llama a sus partidarios, a través de su vocero, a “armarse”, no se sabe para qué, porque nadie ha impedido a la administración el uso de las fuerzas regulares de orden público –policía, gendarmería, prefectura- si fuera necesario su uso para mantener el orden jurídico y social del país.
La amenaza de repartir armas entre quienes, en el acto de portarlas, se transformarán en delincuentes, lleva al país ya al límite absoluto de la tolerancia. Indica que el régimen de gobierno transcurre sus horas finales.
El país maduro, por el momento, mira azorado. Las inversiones hace rato que se paralizaron. Los pequeños ahorros fugan rápidamente hacia la divisa, previendo el caos que se avecina. La marcha de la economía, cada vez más ralentizada, está al borde de detenerse. Los productos desaparecen de las góndolas, en parte porque faltan debido al caos generado por el gobierno, y en parte por temor ante los saqueos que son usuales en esta clase de procesos.
El clima de “cambio de tiempo” está claro, y lo único que sigue incierto es el momento final. Nadie puede ya, con esta situación y este desborde emocional y político del jefe del partido oficial, pensar que el país podrá atravesar con tranquilidad los tres años y medio que faltan hasta el 2011.
Salvo que la presidenta reaccione. Es la última esperanza.
¿Todos se volvieron locos?
Presidenta, ¿está su marido en sus cabales? ¿Lo está usted?



Ricardo Lafferriere
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ricardo.lafferriere@gmail.com

viernes, 6 de junio de 2008

Por favor, señora presidenta, ¡reaccione!

Hace algún tiempo y por diversos medios, se transmitió la sospecha sobre su título de abogada, de las que el autor no se hizo eco en las diversas columnas publicadas. Sin embargo, insistió en repetidas ocasiones en reclamarle más apego a la letra de la Constitución y alertó sobre la dudosa coherencia de manifestarse “kelseniana” –en ocasión de dirigirse al Congreso- y la asunción de potestades que ni la Constitución ni la Ley le otorgan.
Ahora ha vuelto usted a repetir el error, magnificado luego por su Jefe de Gabinete. En Roma, le pareció mal que “capitales financieros” obtuvieran una rentabilidad “del 35 % en seis meses”, dijo usted en una reunión mundial por la crisis de alimentos, achacando la actual suba de precios a la “especulación financiera” antes la atónita mirada de quienes la escuchaban. Y al día siguiente, su Jefe de Gabinete alegó la imposibilidad de análisis judicial de la resolución que aplica las retenciones, porque se trataría de una “medida de gobierno”, que no podría ser “judiciable”. En su último discurso, vuelve usted a referirse a “los que han ganado mucho” y por eso pueden vivir “tres meses sin trabajar”. Su marido, por su parte, insistió en Chubut en insultar a una enorme cantidad de compatriotas que la votaron en la última elección. Les pide que se arrodillen ante él, pidiéndole perdón. Según él, son “oligarcas” y “extorsionadores”, que “ganan mucho”.
Vamos por parte.
Ha dicho usted hace un tiempo que la “redistribución del ingreso” –a la que estaría obligada por sus principios- no podría hacerse “sin sacarle a los que tienen”. Afirmación aceptable. ¿Dónde está el problema? Pues, en las facultades y límites que le da la Constitución y la ley para hacerlo. Éstas surgen del artículo 99 de la Constitución, y las del Congreso en el artículo 75. Del juego de esas dos normas surgen las potestades políticas del Estado sobre los derechos de los ciudadanos, definidos antes, mucho antes, en los artículos 14 a 32 de la misma Constitución.
Con un agregado: cualquier poder residual corresponde a los ciudadanos –y no al Estado- según la letra terminante del artículo 33: “Las declaraciones, derechos y garantias que enumera la Constitucion, no seran entendidos como negacion de otros derechos y garantias no enumerados; pero que nacen del principio de la soberania del pueblo y de la forma republicana de gobierno.
Del juego de estas normas surge claramente que sus facultades no son omnímodas, sino sólo las que el pueblo ha delegado en usted, como titular de una función política. “Redistribuir el ingreso” está bien. Es más: la obliga a ello el artículo 14 bis, que determina las prioridades. Y el resto del articulado le fija las herramientas impositivas (los impuestos directos e indirectos), el procedimiento para aplicarlos (la ley de presupuesto) y los límites a su accionar.
¿Cuáles son esos límites? Pues la misma Constitución los establece. El artículo 14, que define y garantiza el derecho de propiedad, sus alcances y sus límites. El artículo 75, incs. 1 y 2, que establecen las facultades impositivas del Congreso. El artículo 76, que prohibe la delegación legislativa. El artículo 8º transitorio, que hace caducar a los cinco años desde 1994 toda las delegaciones anteriores. La jurisprudencia pacífica de la Corte, que establece en el 33 % de la base imponible el máximo permitido para la carga impositiva, bajo sanción de convertirse en “confiscatoria” y caer en la sanción del artículo 17 de la Constitución. Y en la igualdad, “base de los impuestos y las cargas públicas” –art. 16 CN-, que no se respeta si se concentra en un sector una carga que no tienen los demás –como el sector financiero, o el sector rentista u el hotelero, como lo puede observar con los ingresos de su propio emprendimiento en El Calafate-.
Imagine por un momento cómo se sentíra usted misma si a la tarifa de USD 4.958 por dos personas–seis días de su Hotel “Casa los Sauces” (www.casalossauces.com), o sea alrededor de $ 15.000 por semana, o sea $ 60.000 por mes, o sea $ 360.000 por semestre por UNA HABITACIÓN, el Estado decidiera “retenerle” el 44 % de la tarifa bruta (o sea $ 158.400) además de ganancias, ingresos brutos, y todos los impuestos y aportes previsionales porque decide que está ganando demasiado con el turismo internacional, obteniendo una “renta” exagerada de acuerdo a su inversión al aprovechar los beneficios de la pesificación y de los escenarios naturales, cobrando en dólares. Sería escandaloso y seguramente como abogada sabría defender la causa ante los tribunales, alegando la inconstitucionalidad. Y tendría razón.
A propósito: quizás debiera usted saber que para obtener un ingreso bruto equivalente al de una habitación de su hotel en seis meses, un productor debe obtener, en los promedios de rendimiento de Entre Ríos, por ejemplo, una cosecha exitosa de no menos de Ciento veinte hectáreas.
Destaco: Una habitación de su hotel, Ciento veinte hectáreas de soja.
Si a usted le molestaría que el gobierno le “retuviera” el 44 % de su ingreso bruto, imagínese si además de tender las camas y limpiar el piso hubiera tenido que arar, sembrar, fertilizar, cuidar, cosechar, comprar semillas, comprar gasoil, y luego, vender a un precio que es incierto, por la acción del gobierno y del propio mercado. Y luego de todo, pagar impuestos y aportes...
No se trata entonces, señora, de que un sector no obedece una legítima decisión suya. Es usted la que pretende hacer pasar por legítima una decisión ilegal, y pretende que se la obedezca, como si fuera Luis XIV. Señora, por favor, ¡reaccione!...
No es usted como presidenta, –mucho menos su marido- la “propietaria” del país, como los “gobernadores-propietarios” de los tiempos oscuros de la Colonia, con potestad para decidir según su discrecionalidad cuánto puede ganar una persona en una actividad lícita. Es una funcionaria de una Nación que ha elegido vivir en un sistema “representativo, republicano y federal” sobre la base de una Ley Fundamental que usted ha jurado respetar.
Esta definición, que apoya en los ciudadanos todas las facultades del Estado, cuenta con una última garantía, presente en forma continua: la independencia total de la justicia y la garantía que la justicia brinda a todos y cada uno de los argentinos de que sus derechos no serán violados por el poder. La pretensión del Jefe de Gabinete de que la sola autocalificación de una medida de gobierno como una decisión “política, que no puede –por ello- ser judiciable”, es tan absurda como pretender que la Justicia no pueda valorar cuándo han sido afectados derechos de las personas que están encima, muy por encima, de cualquier decisión, voluntad, intención o pretensión de los funcionarios. Con ese razonamiento, podría detener personas, confiscar bienes, apropiarse de fondos públicos... diciendo que son “medidas políticas” y pretendiendo indemnidad. Y la justicia, señora, hasta ahora y en los casos en que han sido sometidos a su decisión ha declarado ya la insconstitucionalidad de la resolución de su ex ministro que impuso las “retenciones moviles”.
Entonces, señora, ¿no sería bueno que releyera los viejos libros de Derecho Constitucional de sus épocas de alumna de la Facultad de Derecho en La Plata? Y de paso, ¿no le parece que sería bueno, también, releer a su admirado Kelsen, repasar la “pirámide”, recordar la fulminante ilegalidad que conllevan las decisiones políticas que son tomadas por funcionarios u órganos sin facultad para hacerlo? ¿No recuerda la definición de las condiciones que requieren las decisiones –individuales o colectivas- de un sujeto público para ser productor de normas jurídicas válidas? ¿No resuenan en su memoria las advertencias de que, por fuera del orden jurídico de la “Teoría Pura del Derecho”, el peligro es que las referencias de valor de las normas se atribuyan, como en épocas inquisitoriales o premodernas, a los valores religiosos, a la pura violencia, a los caprichos o a la ideología, en desmedro del derecho y de las personas?
La hemos escuchado, señora, referirse en distintas ocasiones a la necesidad de ingresar definitivamente en la modernidad. Es imposible no coincidir con este propósito. La modernidad conlleva el respeto a la ley, la ausencia de atajos institucionales, la valoración igualitaria ante la ley del individuo –que la democracia convierte en “ciudadano”-. A partir de allí, todo es posible.
Cierto es que la modernidad genera sus propios conflictos, otras desigualdades y nuevas injusticias. Ulrich Beck advierte sobre estos problemas, los “dilemas” de la modernidad y alerta sobre la tentación de atacarlos retrocediendo. Las nuevas injusticias requieren profundizar los principios modernos, con una actitud reflexiva. Eso hace una mirada progresista. Una mirada reaccionaria, por el contrario, en lugar de profundizarlos hace causa común con la irracionalidad previa, ataca los principios modernos –igualdad ante la ley, ciudadanos como base del orden jurídico y político, poder limitado, libertad de expresión y de acción política- y cree, ingenuamente, que volviendo al pasado –totalitario, absorbente, del poder sin límites apoyado en la fuerza o el puro voluntarismo- puede superar los nuevos problemas. No advierte que en ese intento recrea los antiguos conflictos y que ello equivale a despertar también las viejas luchas.
Este no es un reclamo “juridicista”. Es el angustioso recordatorio del abismo que se abre cuando la ley desaparece, situación que, entre otras cosas, abre a los ciudadanos el derecho a la resistencia. Derecho que muchos, en el país, han comenzado a ejercitar, legítimamente.
Vuelva, señora presidenta, al ejercicio del poder como lo construye la Constitución y las leyes. No preste oídos a improvisados constructores del poder por la pura fuerza, que la llevarán a ser un triste recuerdo en la historia. Retome su discurso electoral de unidad, de apertura al mundo, de rescate de los principios fundacionales del país, de respeto a los próceres de todos los partidos. ¿O en serio piensa que encontrará una salida recreando la polarización de 1945? Usted, que ha viajado, que ha visto cómo se está construyendo el mundo del futuro, que ha podido observar el formidable impulso del mundo global y la arrasadora irrupción de las nuevas naciones emergentes –una de ellas, o más bien varias, en nuestras propias fronteras- ¿no se siente fuera de época con ese discurso y esas consignas?
Millones de argentinos de buena voluntad están esperando que reaccione, los del campo antes que nadie. Sacúdase el pasado. Mire hacia adelante. Una a los argentinos. No conduzca al país a un nuevo abismo, que la arrastrará a usted. Levante la mirada, por un momento.
Convoque a la oposición, donde encontrará más deprendimiento –y afecto- que el que tiene a su lado. Abra el diálogo con quienes no tienen su misma visión, pero sí un gran patriotismo.
Por favor, señora, ¡reaccione! No queda mucho tiempo...


Ricardo Lafferriere
www.ricardolafferriere.com.ar

domingo, 1 de junio de 2008

Imagen, rumores y crisis

La esclerosis neuronal en que se ha sumido el peronismo presidido por Kirchner frente a la situación nacional y los reclamos del campo no sólo produce preocupaciones en toda la sociedad –que siente que no existe gobierno- sino en escalones cada vez más grandes del peronismo, consciente de que una falta de reacción de sus dirigencias sensatas lo arrastrará junto con el propio matrimonio presidencial.
Cada vez son más los dirigente peronistas que, cansados de esperar un cambio, van reagrupándose según sus afinidades y ubicación política al margen del oficialismo y tomando prudente distancia de su política. No sólo uno de los más prestigiosos peronistas del interior, el Senador Nacional Reutemann, sino el ex gobernador cordobés de la Sota –quien imputó a la conducción presidida por Kirchner de tener rasgos stalinistas-, el ex gobernador entrerriano Busti –quien renunció a la presidencia del peronismo de su provincia, luego de sostener que no acepta integrar un partido con “pensamiento único”-, el gobernador Rodríguez Saá de San Luis, varios ex legisladores nacionales y figuras de prestigio han marcado su fuerte discrepancia con el matrimonio presidencial. “Si el peronismo no reacciona –ha expresado un importante dirigente del interior- corremos el riesgo que este torrente nos arrastre a todos, incluyendo al Congreso. En dos o tres meses veremos a la gente reclamando “el poder a la Corte”.
Puede ser. Es evidente que la coalición social que se ha conformado alrededor del reclamo del campo ha superado totalmente la protesta agropecuaria. Ya no se limita al tema de las retenciones y se extiende a la calidad institucional, a las formas de gobierno, al fin de la corrupción desenfrenada, a la arbitrariedad del poder, al federalismo, a la sensatez en la economía y a la exigencia de un auténtico estado de derecho, que ha ido desapareciendo paulatina y sistemáticamente en los años “K-K”. A esta altura, quizás no sea aventurado suponer que el reclamo del campo hasta sea una molestia que impide que esa coalición social se exprese en su totalidad, con una fuerza irreversible. La imagen positiva de la presidenta, según últimas encuestas del propio oficialismo guardadas bajo siete llaves, marcan un nuevo descenso, a un escalón del 15 % (con un 40 % de imagen negativa) y un retroceso fuerte en la imagen del ex presidente y de Daniel Scioli, a esta altura superados ambos ampliamente por el líder agropecuario Alfredo De Angelis. Por encima de todos ellos se ubican Elisa Carrió y Mauricio Macri.
¿Cuál será el devenir de los hechos?
En estos tiempos, parecieran haber proliferado los diseñadores de escenarios. Dicho sea de paso, muy pocos de esos escenarios imaginan al kircherismo en el poder dentro de un año. No faltan los rumores con las nuevas y tenebrosas “listas” –como en las últimas épocas de Isabel Perón-, que enumeran a quienes serían detenidos luego de declarado por los “K-K” un presunto Estado de Sitio, en el estertor final de su gobierno y –desde el otro lado- las que incluyen como futuros habitantes de “Comodoro Py” no sólo al matrimonio presidencial, sus ministros y funcionarios emblemáticos, sino a los legisladores que hayan votado los superpoderes, a los empresarios protegidos por el régimen con negocios oscuros (juegos de azar, petróleo, obras públicas) y a los jueces alineados con el actual gobierno. Se justifican en la necesidad de “marcar bien la distancia y ganar rápida credibilidad social”.
Por el momento, estas hipótesis se escuchan dentro del peronismo y no han desbordado hacia otros actores de la política. Sin embargo, la oposición ha acelerado sus contactos, preparándose para enfrentar cualquier situación traumática. Desde la Coalición Cívica, la UCR y el PRO han surgido acciones comunes y sintomáticos respaldos cruzados, como el de Federico Pinedo (PRO) solidarizándose con Margarita Stolbizer (CC) por su citación judicial por haber participado en un acto agropecuario, e iniciativas legislativas conjuntas, como el reclamo de la reforma política y la propuesta de llevar al Congreso el conflicto con el sector agropecuario, bloqueada por la mayoría kirchnerista.
La manipulación de la justicia en el problema con el campo ha hecho ascender un escalón de tensión al conflicto. Frente a la posibilidad de una saludable modificación del rumbo (o, al menos, de un intervalo lúcido que calme las aguas), el gobierno ha preferido apostar al escenario de profundizar la crisis, confiado en que su manejo del aparato superestructural del Partido Justicialista será suficiente para disciplinar la historia, ingenuidad que los hechos se están encargando de demostrar como ilusoria.
¿Era necesario llevar a la Argentina a estos límites, en una de las etapas internacionales históricamente más favorables para el país? Indudablemente, sólo el autismo inconsciente o un ideologismo cerril pueden explicar una actitud que, a la inversa de cualquier gobierno del mundo, frente a un problema solucionable con el diálogo ha preferido profundizar el enfrentamiento para convertirlo en un problema político que amenaza su supervivencia.
La crisis, mientras tanto, avanza. La inflación se profundiza, carcomiendo los ingresos de los sectores de menor poder adquisitivo e incrementando su descontento. Los vencimientos de deuda pública se acercan, mientras el país sólo cuenta con el favor chavista para obtener fondos, por su cerril ataque al sistema financiero internacional y su ruptura con el FMI; y el Banco Central ha perdido en lo que va del conflicto, más de 1500 millones de dólares de reservas –más del monto que está en discusión por la diferencia en la tasa de retenciones- para mantener el valor de la divisa. El crecimiento de la inflación ha licuado la ventajas seudocompetitivas de la industria protegida, que ya pide otra devaluación. Los gremios han desbordado el límite del 20 % de aumento salarial, y están ubicándose en el escalón superior al 30 % (como ha sucedido con el último convenio metalúrgico presentado por la propia presidenta en la Casa Rosada, con el 32 % de aumento promedio). Y el gobierno, para el que no hay inflación, ni deterioro social, ni problema con el campo, ni crisis energética, ni retroceso de la competitividad industrial, ni obligaciones finanieras, ni aumento de la pobreza, sigue vaciando el poder presidencial transfiriéndolo al ex presidente, un “don nadie” institucional que, sin embargo, desde Puerto Madero maneja a su antojo la administración, el parlamento y la justicia mientras la presidenta formal, vaciada de todo poder, como lo fuera Isabel en otras épocas, es usada sólo para los actos protocolares, convencida que está gobernando la Argentina feliz, en “tren bala” hacia la “modernidad”.
Aunque, en realidad, lo esté haciendo hacia el estadio terminal de su gobierno.


Ricardo Lafferriere
www.ricardolafferriere.com.ar

martes, 27 de mayo de 2008

Se agota el proyecto "K-K" ¿Se viene el peronismo?

Pero... ¿cómo? ¿Los Kirchner no son peronistas? Podría preguntarse cualquier argentino que todavía interpretara a la política como un contencioso eterno entre el peronismo y los “gorilas”. Curiosamente, tendría razón.

Tanta razón como la reflexión que titula esta nota. Porque, en realidad, los Kirchner son tan peronistas como lo fueron Perón y Gelbard, Isabel, López Rega y Celestino Rodrigo, Duhalde y Ruckauf, como lo son Barrionuevo, Moyano, Balestrini o Scioli.

Ciertamente hay también peronistas democráticos y republicanos, del “último Perón”, raras avis que existen, pero que son cuidadosamente evitados por el reagrupamiento ortodoxo. Para el sectarismo oficial “no son confiables” hombres como Reutemann, Schiaretti, Rodríguez Saá y el propio de la Sota, que acaba de denunciar prácticas “stalinistas” en la conducción organizada por Kirchner.

El ex presidente ha decidido, por fin, mostrarse sin disimulo y sacar a relucir lo más sectario del discurso populista: la división del país entre “la Unión Democrática” y el presunto modelo “nacional y popular”. La novedad, en este caso, es que se omitió el agregado del “progresismo” y apareció, sin cobertura alguna, el más ortodoxo de los mensajes.

Semanas atrás, en ocasión de oficializarse la “lista única” –otro signo del peronismo ortodoxo- para la renovación de autoridades del Justicialismo, obviando cualquier competencia democrática interna, expresaba que de ahora en adelante no habría más excusas. Han reducido a la “izquierda entrista” a espacios marginales confinando sus berrinches infantiles en la política exterior –que no se nota tanto dentro del país, aunque nos haya convertido en el hazmerreír de la región y del mundo-, y han ocupado con el populismo autoritario todos los espacios reales de poder, desde el descarnado manejo de los recursos públicos confiscados a los ciudadanos que trabajan, hasta el refuerzo del clientelismo más aberrante adornado con grupos de choque estilo “camisas negras”, con dirigencias parasitarias que no hacen precisamente gala de una historia de trabajo. Desde el Congreso monocolor, hasta una justicia atemorizada y una prensa amenazada.

El proyecto “K-K”, entendido como la confluencia de la izquierda entrista en el “movimiento popular”, se agotó como modelo de gobierno. Su descomposición muestra quién es quién y cuánto había de cada componente. Y avanza ahora lo peor del peronismo, el más alejado de la tolerancia y el diálogo, el de la patota y la soberbia, el del gremialismo corrupto, la dirigencia ladrona, el puño crispado y el tono de combate.

Nadie puede saber –porque el vaciamiento del Congreso es total, otro signo del peronismo autoritario- hacia dónde decidirán orientar al país. Puede ser hacia otro “rodrigazo”. O puede ser hacia otra “devaluación pesificadora”, que acelere el vórtice hacia un nuevo derrumbe. Están exaltados, han perdido toda noción de cordura y cualquiera puede ser el rumbo. Hasta la violencia. Ese es el mensaje de la conducción peronista encabezada por Kirchner referido al conflicto del campo.

Están lejos de la Argentina democrática y republicana.
Lejos del campo, de la producción y de los ciudadanos conscientes.
Lejos de los emprendedores y exportadores.
Lejos de la inteligencia, el arte y la cultura.
Lejos de los docentes e investigadores.
Lejos de los trabajadores que se esfuerzan en capacitarse para mejorar su ingreso.
Lejos de los argentinos que, en todos los sectores sociales, luchan por una vida mejor.
Desde los empresarios con vocación de riesgo hasta los chacareros. Desde los cartoneros que prefieren recoger basura antes que humillarse ante un “plan social” clientelizado, hasta los jóvenes que quieren pensar solos, libremente, sin el alineamiento servil filofascista. Lejos de los intelectuales más lúcidos y reconocidos.
Lejos del mundo, que nos mira con curiosidad y recelo –hace dos años que no nos visita ningún líder importante, político o empresarial-.
Lejos, cada vez más lejos, de lo mejor del país.

El proyecto “K-K”, a pesar de sus aires de modernidad, nos está regresando en la historia al funesto enfrentamiento que comenzó en 1945, como coletazo de la Segunda Guerra. Y otra vez, se ubica mal.

Regresión de más de medio siglo. Eso es lo que intentan instalar, olvidando las promesas de campaña –hace apenas seis meses...- de una mejor calidad institucional, tolerancia, respeto a los próceres de todos, pluralismo, progreso, mirada al futuro. Y olvidando, también, el último mensaje de unidad nacional de su propio líder, que terminó su vida abrazándose con su “viejo adversario” y expulsando a los violentos del peronismo.

Quizás esta vez podamos elegir mejor y recomenzar nuestra historia para terminar con la decadencia. Reingresar en la modernidad de un mundo democrático, republicano, plural y transformador que está protagonizando un gigantesco proceso de cambio.

Como lo está haciendo Brasil, con un éxito que entusiasma. Y a la inversa que el camino de Venezuela, vendiendo petróleo cada vez más caro pero cada vez con mayor cantidad de pobres. O la isla-cárcel que en más de medio siglo de revolución, no ha logrado alcanzar el PBI por habitante de la época de la dictadura que derrocó.

Quizás no esté tan mal entonces que vuelva el peronismo cavernícola, para terminar de una vez por todas con la comedia. Y los argentinos podamos ver, también de una vez por todas, cómo termina la historia con todos ellos manteniendo bajo su exclusiva responsabilidad el timón hasta el final.

domingo, 25 de mayo de 2008

Un auténtico récord de Cristina

A la señora presidenta le gusta abrir caminos. “Por primera vez en la historia” tendremos un ”tren bala. “Es la primera vez en la historia que crecemos por seis años”. “Nunca en la historia se había hecho tanto por los derechos humanos”. “Jamás en la historia argentina un gobierno ha sido atacado tanto como éste”. De éstas y otras afirmaciones los argentinos no sólo hemos sido oyentes, sino inundados por la duda.
Es obvio que concedemos la primacía del “Tren Bala”. Es cierto que nunca se ha hecho, y es cierto que sólo a ella puede ocurrírsele que ese tren será el “acceso a la modernidad”, como expresó en su discurso al firmar la concesión con el país como está y con el transporte público como está. Por lo demás, está por verse si se hará.
Pero lo del crecimiento....La Argentina creció entre 1880 hasta 1930 en forma sostenida al punto de convertir un país desierto y atrasado en uno de los más prósperos de comienzos del siglo XX. Esa afirmación debe, entonces mediatizarse, mucho más si tenemos en cuenta que para contar aquel período el punto de inicio era virtualmente “la nada”, mientras que mantener el rebote desde el 2003 en adelante no implicaba mucho más que imprimir dinero, ya que el país tenía su infraestructura intacta y su equipamiento pleno. Al contrario: cuando fue necesario marcar un rumbo para dar el salto incremental hacia el desarrollo, su “proyecto” se quedó sin combustible. Y así estamos.
En cuanto a los ataques sufridos por gobiernos anteriores, bueno. Podemos nombrar a Yrigoyen, a quién derrocaron. O a Perón, que tuvo una muy fuerte oposición democrática, bastante mayor que la actual a su gobierno. O a Frondizi, a quién también lo derrocaron –al igual que a Illia, con la complicidad de muchos dirigentes del partido de la pareja gobernante-.
Oposición –y fuerte...- tuvo Isabel Perón –derrocada-, y luego Alfonsín (¿recuerda los 14 paros generales que le hizo su partido, haciendo causa común con el golpismo carapintada?); y de la Rúa, que debió enfrentar la herencia de endeudamiento y diabólica trampa cambiaria que –nuevamente- le hizo el anterior gobierno de su partido, ese conducido por quien su esposo, entonces Gobernador disciplinado, calificara de “el mejor presidente argentino, desde Magallanes en adelante”.
Lo de los derechos humanos es curioso. Al contrario de la afirmación de la señora presidenta, no es posible recordar un gobierno que haya hecho menos que éste por los derechos humanos. La pobreza ha llegado a niveles atroces en un momento de prosperidad económica inédita. La educación se ha derrumbado y su calidad está entre las peores del Continente. La cantidad de argentinos sin vivienda es la más alta de la historia. Los niños por debajo de la línea de pobreza supera el 50 % entre los menores de 10 años. Salvo que el gobierno kirchnerista –la señora, y el señor- crean que la pobreza extrema, la carencia de educación, la falta de vivienda y los niños desnutridos no son violaciones flagrantes a los derechos humanos, hablar de su respeto en estos tiempos deviene en una ironía trágica. O diabólica.
Sin embargo, hay un récord que puede agregar a su historial, que le reconoceremos –hasta hoy- y que, si lo incorpora a su repertorio no habrá forma de cuestionar: no ha existido presidente democrático, en toda la historia argentina, que haya provocado y conseguido un acto público en su contra más grande que el realizado en Rosario, el 25 de mayo. Ni Yrigoyen, ni Perón, ni Frondizi, ni Illia, ni Isabel, ni Alfonsín, ni de la Rúa.
Ha sido un verdadero récord, jamás visto antes, que quizás sirva para hacerla reflexionar.

Ricardo Lafferriere
www.ricardolafferriere.com.ar

domingo, 18 de mayo de 2008

Cristina se sacó el gusto

Cumbre de Lima
Cristina se sacó el gusto

“Tensa polémica entre Cristina y la Unión Europea”, tituló La Nación al informar sobre el discurso de la presidenta Kirchner en Lima reclamando a voz alzada contra el proteccionismo europeo en el comercio agropecuario.
Claro. En el país ya no puede impostar la voz, levantar su dedito admonitorio y recitar sus consignas de memoria. Pero llevó su gesto a Lima, donde los Jefes de Estado y de Gobierno de Europa y América Latina fueron de pronto transportados en el túnel del tiempo... y no precisamente hacia el futuro.
CK, seguramente, debe haberse sentido una heroína de la Independencia, refregado en la cara a los imperios coloniales la vocación libérrima de estos pueblos. Olvidó, sin embargo, que en estas épocas de ciudadanos conscientes y posmodernidad globalizada lo que interesa es solucionar los problemas, no amplificarlos.
El mundo es cada vez más uno solo, integrado pero complicado, y el desafío para las gestiones públicas es contar con la frescura intelectual y la claridad de miras necesarias para ofrecer a los ciudadanos respuestas tranquilizadoras, eficaces y respetuosas. Mente abierta, respeto a los demás, capacidad de escuchar y entender.
El camino que adoptó Cristina Kirchner lo conocemos. Es el que nos ha llevado, por un lado a nosotros, latinoamericanos, a “sacarnos el gusto” de “decirles las cosas en la cara”, y por el otro a ellos, los países desarrollados, a ignorar el reclamo manteniendo el “statu quo” favoreciéndose del proteccionismo que le significa una ventaja adicional de entre cincuenta y cien mil millones de dólares al año. No ha descubierto la pólvora. La publicitada fotografía que su equipo de prensa distribuyó en Argentina, que la muestra reunida con el presidente del gobieno español mientras Zapatero estalla en una estentórea carcajada es la respuesta gráfica a su discurso y su dedito.
Más allá de los problemas, –por los que han reclamado Alfonsín, Menem, de la Rúa y Duhalde, e incluso antes de la democracia-, lo realmente importante no es reiterarlos una vez más en tono de combate, sino encontrar con inteligencia la estrategia para solucionarlos. Mirarlos con las anteojeras desenfocadas de los años setenta simplemente los congela, prolongando sus negativos efectos en el tiempo, y no toma en cuenta el cambio acelerado de la matriz económica global que incluye nuevos mercados –inmensos- para los alimentos, y nuevos desafíos. Lo que necesitamos en la Argentina urgentemente no es tanto que los europeos nos dejen entrar en sus fronteras, sino que el gobierno kirchnerista nos deje salir de las nuestras, levantando las esotéricas prohibiciones a la exportación que impiden a nuestros exportadores cumplir con sus compromisos y disputar esos promisorios nuevos mercados.
Esto es lo que le reclama la opinión pública argentina a CK en el conflicto con el campo, en el que su esclerosis ideológica –o su capricho- ha prolongando por meses un diferendo que ha provocado la caída de las reservas internacionales, la suba de la tasa de interés, la reducción de la producción agropecuaria –que en Lima reclamaba a los otros aumentar, para combatir el hambre...-, desatado una creciente tensión social y desalentado a los empresarios del campo a los que amenaza con sus hordas mercenarias filofascistas convirtiendo un problema sectorial en una conmoción generalizada de la convivencia argentina.
Es una incapacidad de gobierno que va, incluso, contra ella misma, que en apenas cuatro meses ha visto reducir su apoyo a un nivel inferior al que tenía el gobierno de Fernando de la Rúa a un año de gobierno (25 %). Dicho sea de paso, gobierno que no disfrutaba de la Soja a quinientos dólares la tonelada, ni del petróleo a ciento veinte, sino que debía enfrentar, con precios internacionales misérrimos, la deuda descomunal que le dejó el gobierno del partido cuya posta acaba de tomar el marido de la señora presidenta, en un raquítico acto que ella –no ha explicado aún en qué carácter, porque no se ve su nombre entre sus nuevas autoridades- cerró con un discurso apenas escuchado, rodeado de violencia desatada entre sus huestes.
“Necesitamos su tecnología para integrar nuestro proceso productivo de alimentos” les dijo a los europeos. Sin embargo, en su país confisca la riqueza con la que el sector de alimentos puede incorporar tecnología –que aquí se produce, y de la mejor del mundo, sin necesidad de mendigarla en ningún foro de presidentes-, para repartirla entre sus patotas mercenarias, su construcción clientelista, su cortedad de visión.
La imagen de CK dando lecciones de comercio libre a los países europeos sería potente, si los medios no hubieran internacionalizado la imagen de su Secretario de Comercio fijando precios pistola en mano, apropiándose impúdicamente de una cosecha para la que no hizo ningún esfuerzo, o prohibiendo exportar carne a productores que se encuentran entre los más eficientes del mundo.
Quizás piense la señora presidenta que con su discurso lideró la batalla del Mercosur -que le toca presidir por unos meses- y disfrute soñando con su imagen combativa acompañando a Bolívar en la iconografía continental del futuro junto a su cofrade venezolano, que a pocos días de apostrofar a Angela Merkel con el epíteto de “sucesora de Hitler” y mostrando el escaso valor que le da a sus propias palabras, le tendió su mano ante la condescendiente sonrisa de la líder germana, que cualquier cosa hará en el futuro menos tomarlos en serio, o dejar de considerar a los “bolivarianos” y sus amigos sureños poco más que como divertidas curiosidades étnicas.
Mientras tanto, el Brasil avanza con Estados Unidos en su alianza estratégica para la producción de biocombustibles, consigue el grado de inversión que le permitirá acceder a créditos virtualmente sin “riesgo país”, acumula reservas en divisas en un monto que supera su deuda externa, alcanza récord en la exportación de soja, de carnes bovinas y porcinas, coloca su PBI entre los más altos del planeta, recibe la mayor inversión externa de su historia y trabaja en silencio para su incorporación a la “alta gerencia” del mundo para la que ya ha sido propuesto por Francia y Alemania. En la opción “ruidos” o “nueces”, está claro cuál es la opción estratégica de Lula, y cual la “K-K”.
Y está claro también –lamentablemente para nosotros- el camino que está recorriendo la República Argentina.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Señora presidenta, ¿y el rigor intelectual?

Semanas atrás, en un juicio que mereció un artículo de opinión en este medio, reclamaba usted a los periodistas “mayor rigor” en sus notas y a los economistas lo mismo en sus análisis. Se desprendía de su reclamo –y de su mención a la llegada de la modernidad, que repitió al anunciar la licitación del tren “bala”- su adhesión a los valores del conocimiento científico, pilar fundamental junto a la confianza en el razonamiento, del ideario filosófico moderno.

Si este conocimiento ha sido importante para que la humanidad dé el gran salto adelante producido en los siglos XIX y XX, también lo ha sido para apoyar en él decisiones de gobierno, al menos en los límites en que lo permiten las ciencias sociales, cuya exactitud contiene el ingrediente aleatorio en mayor medida que las otrora calificadas como “ciencias duras”.

En realidad, ambas incluyen hoy la incertidumbre como ingrediente. “Las cosas”, como diría el maestro Sebrelli, han comenzado a fluctuar desde las sólidas convicciones de otrora, dejando una sensación de incomodidad en quienes conocieron las certidumbres absolutas, hoy convertidas por quienes las mantienen simplemente en convicciones cercanas a lo religioso. El reclamo del rigor conlleva hoy siempre el presupuesto de esa duda básica e intrínseca sobre la realidad, más esquiva que en los buenos tiempos del positivismo y la modernidad temprana.

La modernidad llegó a la historia de la mano de la democracia. Incorporó la razón a lo actos de gobierno (que deben ser “fundados” para ser válidos, ¿recuerda las lecciones de Derecho Político, cuando estudiaba Derecho?) y desplazó a los actos arbitrarios propios del feudalismo, la monarquía y el “antiguo Régimen” dinástico y monástico.

Las herramientas de la razón incorporaron el rigor que usted reclama para aplicar al análisis de los fenómenos más conocidos y racionalizados, entre los cuales la vida económica cuenta con fundamentos aceptados, desde Locke en adelante, incluyendo en esta serie a Carlos Marx, por la inmensa mayoría de los seres humanos.

Fundamentos y reglas, señora, con las que funciona más del 90 % de la población del mundo en una extensión –como lo hemos repetido en esta columna- que van desde China hasta Brasil, desde Canadá hasta Chile, desde Estados Unidos hasta Rusia, desde la India hasta Suecia. La base de toda esta construcción es el reconocimiento y sistematización de los hechos como cimientos de cualquier elaboración abstracta.

Sobre los hechos –sin negar ninguno, sin sesgar los resultados, sin preconceptos religiosos o mágicos- se pueden construir teorías. Negándolos, todo se vuelve un cuento –de hadas o de demonios- pero incierto o ilusorio.

Un hecho, señora, es que los precios están subiendo de manera generalizada. Lo puede observar en el dato –positivo- de la recaudación tributaria, reflejo de una actividad económica que no ha crecido, ni siquiera en las visiones más optimistas de sus economistas, en un 50 %. Ese dato bueno contiene el malo: recauda más, porque el dinero que recoge vale menos. Y vale menos, porque su gobierno está inundando de ese dinero –que, en sí, no es más que papel impreso- una economía que no refleja ese crecimiento.

Según sus expresiones, “no hay inflación, porque nuestra macroeconomía no la contempla”. Si eso usted cree, bueno, estamos en problemas: los hechos indican que los precios han subido de manera generalizada. Si prefiere creerle a su convicción antes que a los datos de la realidad, esa preferencia no tiene cabida ni en la ciencia, ni en la razón y se acerca más bien a una actitud religiosa, o simplemente caprichosa.

Significaría que su reclamo de modernidad habría retrocedido al pensamiento mágico, y que está usted más cerca de la visión precolombina de Evo Morales, que de sus admirados Hegel y Kelsen. Ni hablar de las herramientas actuales de la ciencia económica en el mundo global.

Pero no se quedó allí: también ha expresado que el alza de los precios –en esta frase sí admite que la hay...- se debe a que los empresarios se apropian del ingreso aprovechando su capacidad de fijarlos. Y que si no fueran los empresarios, habría que buscar los responsables en el Arcángel Gabriel o en su administración.

Como su administración no habría dado motivos –por su “macroeconomía”...- y el Arcángel Gabriel no tendría entre sus facultades bíblicas fijar precios en alza –sino traer las buenas nuevas, como la Anunciación a la Vírgen-, se deduce que los malvados hombres de empresa serían los únicos responsables de tan diabólico plan.

Sin embargo, nuevamente es la ciencia económica la que nos dice cómo se forman los precios: la capacidad de demanda de la población –que se expresa en la cantidad de dinero a su disposición- se “balancea” con la oferta de bienes y servicios disponibles, y de esa relación resultan los precios.

Si la cantidad de bienes y servicios es la misma, pero se inyecta más dinero en la economía, los precios de referencia suben –porque, en realidad, es el dinero que vale menos, al sobreabundar-. Y si no lo hacen porque su Secretario de Comercio los congela “arma en mano”, los bienes baratos se agotan y sobra dinero –que se destinará a comprar divisas, en una economía fuertemente desconfiada, como la Argentina de estos tiempos de su administración-. Comenzarán a faltar bienes, nuestro conocido “desabastecimiento”.

Recuerde que en la década de los años 90, en el anterior gobierno de su partido, los precios sufrieron deflación, con estos mismos empresarios y este mismo Arcángel. Y eso aunque, en términos de su visión mágica del mundo, los monopolios habrían estado más libres que ahora para fijar los precios, porque manejaba el país el odiado “neoliberalismo”... El “desabastecimiento” que viene, en consecuencia, no será provocado por los empresarios, ni por el Arcángel Gabriel, sino, señora, por su política económica “premoderna”.

Y lo mismo ocurre con la inflación, también provocada por su gobierno, más que por decisiones de los empresarios o del Arcángel Gabriel, al aumentar el gasto público en un 50 % de un año a otro –circunstancia en la que no tienen arte ni parte ni el Cielo ni los hombres de empresa-. Ese aumento es un dato científico –“moderno”- que puede usted verificar sencillamente preguntándoselo a su Secretario de Hacienda. Llanamente. Por ejemplo, así: “Secretario, ¿cómo ha evolucionado el nivel nominal de gasto público en el último año?”

Actuar negando los hechos la llevará –y lo que es peor, “nos” llevará- a situaciones peligrosas, que conocemos porque ya hemos sufrido. Usted también las conoce: no olvide –también lo dijo en su primer discurso de su campaña de Senadora en 2005- que fue luego de que una antecesora suya se empecinara en negar los hechos que se produjo el dramático golpe de estado de 1976, circunstancia que obligó a usted y su marido a emigrar al sur, a probar suerte (“y ganar dinero...” ) alejada del escenario del conflicto, que también había provocado el grupo político en el que usted militaba, al negar los hechos y ayudar con ello a desatar el baño de sangre que asoló al país en los años setenta.

Señora, siguiendo su reclamo: hay que ser rigurosos. Cuando se ocupa un lugar como el suyo, más que nadie y que nunca.

Los precios no suben por decisión de los empresarios, ni del Arcángel Gabriel. Suben porque la gestión económica de su marido y la suya propia inexorablemente conducen a ese resultado. Suben por los dislates de su Secretario de Comercio, que seguramente cree y hace lo que haría usted si estuviera en ese lugar, dinamitando cualquier tentación de inversión –y en consecuencia, de ampliar la oferta-.

Suben por la estrafalaria política de sostener el valor de una divisa extranjera como el dólar en lugar de defender el valor de nuestro peso. Suben por las caprichosas ocurrencias como el “tren bala”, que aumenta la deuda pública sin razón económica, social o productiva alguna, o los millonarios subsidios a empresarios amigos, con dinero que le sacan al sector de la producción y el trabajo, principalmente del campo al que se asfixia, impidiendo la reinversión y en consecuencia, limitando nuevamente la oferta. Eso dice la ciencia económica, en sus fundamentos que atraviesan todas las “visiones”, que pueden discrepar en los matices, pero que no se permiten negar los hechos.

Rigor intelectual, señora, es lo que nos gustaría escuchar en sus discursos. Los exabruptos de su marido, que todos creíamos que habían terminado con él, no pegan con su estilo. Y lo que es peor: nos llevan al abismo, como en 1976.

Con una diferencia: no podremos irnos todos a Santa Cruz, para tomar distancia y ganar dinero. Quizás esta vez ni siquiera lo puedan hacer ustedes.

domingo, 4 de mayo de 2008

Tiempo de inflexión

Los acontecimientos económicos que han concentrado la observación de analistas y de los ciudadanos, acaecidos en los últimos días; la incapacidad de reacción del gobierno; la insistencia en los dislates y el estrepitoso derrumbe de la imagen de la gestión kirchnerista en el exterior –reflejo de su deterioro interno-, están ubicando en este mes de mayo, lamentablemente, un punto de inflexión en el proceso político y económico argentino.
Detrás van quedando los lamentables retrocesos en el plano institucional, ya inocultables, como la desaparición del Congreso de cualquier debate serio sobre el rumbo nacional, el temor de una justicia sometida a la “Espada de Damocles” de la apertura de sumarios retorcidos en el Consejo de la Magistratura, el bastardeo de la lucha por los derechos humanos convertida en una mera consigna partidista y parcializada, la creciente presión para amordazar o limitar a la prensa, el sistemático ataque a la organicidad de los partidos políticos –incluso al peronismo- recurriendo a las más bajas artimañas de la corrupción ramplante, el alineamiento forzado de los gobiernos provinciales y municipales subordinados hasta en sus gastos más insignificantes a la discrecionalidad kirchnerista. Todo eso –y mucho más- ha mostrado hasta hoy la pérdida progresiva e inexorable de la República. Los hechos de estas semanas agravan la situación, porque el que se nos puede comenzar a escapar de las manos no es ya sólo la República, sino el propio país.
El desborde inflacionario es a la vez un resultado y una causa. Resultado de decisiones económicas que no serían homologables en ningún país serio del mundo: desde China a Estados Unidos, desde Rusia hasta Brasil, desde Canadá hasta Chile, desde la India hasta Suecia, todo el planeta funciona con reglas de juego fundamentales que, con pequeñas variantes internas, se apoyan en principios básicos de la ciencia económica que, por estos lares, se insiste en ideologizar o descalificar como si se tratara de genios descubriendo la pólvora.
El endeudamiento público creciente, la disposición autoritaria de la riqueza privada como si fuera patrimonio personal de los funcionarios, la aplicación de normas inexistentes confiando en el alineamiento automático de los jueces temerosos para declarar su vigencia, la confiscación de bienes a través de mecanismos inconstitucionales e ilegales, la aplicación de la prepotencia de patotas a las transacciones económicas privadas, el desconocimiento liso y llano de decisiones judiciales por parte del Estado, la incentivación de conflictos económicos por el simple capricho de un expresidente convertido en autócrata de facto, son todos condimentos que han comenzado a desatar una creciente falta de confianza en el funcionamiento de la economía y de la sociedad. Y han desatado la inflación, fenómeno que en nuestra historia está unido a los mayores dramas y a las rupturas institucionales conflictivas.
Pero también es una causa. Importantes publicaciones del mundo democrático desarrollado han hecho conocer en estos días su negativa evaluación de la administración kirchnerista, y los medios económicos nacionales y extranjeros han destacado el creciente retiro de inversiones de nuestro país, traducido en el derrumbe de la cotización de los bonos del Estado –ya a un precio inferior a los títulos “defaulteados” que no ingresaron al canje- y a la venta de acciones de empresas argentinas, a liquidar en la plaza de Nueva York, para no tener riesgo alguno originado en los caprichos del poder. Resultado de la acción kirchnerista, y causa de nuevas decisiones que profundizan el aislamiento, la inflación además aleja crecientemente al sistema político de los ciudadanos, que se sienten cada día más esquilmados y desprotegidos.
La actitud de la administracion kirchnerista frente a estos hechos es sorprendente, rayana en el autismo, la soberbia y la irresponsabilidad. La repetición en tono de consigna de que el país cuenta con más de Cincuenta mil millones de dólares de reservas, que parece servir de argumento para cualquier advertencia, puede evaporarse en pocos días, como lo hicieron las divisas que respaldaban el valor del peso durante la convertibilidad: una corrida es difícilmente soportable por ninguna economía, y mucho menos si es acompañada de una desconfianza creciente en la capacidad del gobierno para definir decisiones correctas. Tal es el caso del gobierno de Cristina Kirchner, que parece haber delegado en un ex funcionario sin competencia constitucional ni legal alguna, su marido ex presidente, importantes decisiones de gobierno que obstaculizan cerrilmente la propia marcha de la administración. Las trabas a un acuerdo con el campo, apostando al agravamiento de la protesta en lugar de actuar como cualquier gobierno en cualquier lugar del mundo, buscando resolver los problemas, demuestra no sólo el rumbo perdido, sino una actitud de desprecio hacia la opinión pública, hacia los ciudadanos que expresan su reclamo, hacia las instituciones del país, hacia los funcionarios que buscan desesperados hendijas de esperanza y, por último, ante su propia esposa presidenta.
Mientras tanto, siguen los dislates, con sabor a corrupción. Los diarios de ayer, por ejemplo, han anoticiado que el proyecto faraónico estrella de la administración “K-K”, el renombrado “tren bala” –que cuando comenzó como idea no iba a comprometer fondos públicos, que luego pasó a tener sólo la garantía del Estado, y que por último se transformó en un proyecto que se realizará en su totalidad con fondos públicos que comenzarán a entregarse de inmediato en forma de bonos de nueva deuda-, no sólo fue adjudicado violando elementales normas de competencia, transparencia y correcta gestión, sino que además será el primer tren bala del mundo que tendrá... ¡un solo carril! Y para culminar la cadena de despropósitos, la humillación más vergonzosa de contratarse, a cargo del propio Estado argentino, un “seguro de default” que cubra el posible incumplimiento de esa deuda. Como gusta decir a la primera magistrada... “por primera vez en la historia”. Ni el empréstito de la Baring Brothers llegó a semejante degradación de la dignidad nacional.
Cuatro mil millones de dólares de incremento en la deuda pública, destinados a una obra que está llena de interrogantes e incertidumbres, mientras el riesgo-país se coloca en el tope de los países de la región y mientras, a la vez, el Brasil consigue, por la impecable y persistente política económica que comenzara Fernando Henrique Cardoso y continuara Luis Alberto “Lula” da Silva, el codiciado “grado de inversión”, vale decir, ingresar en el reducido club de países del mundo respetados por la seriedad de su administración y la confiabilidad de su gestión económica al que se le puede prestar dinero y donde se puede invertir con tranquilidad porque respeta las reglas básicas del estado de derecho y de la economía.
En tanto, por acá se sigue kirchnerizando empresas mediante el mafioso y conocido procedimiento seguido en el caso de YPF de acorralar a sus dueños con conflictos gremiales prefabricados y regulaciones caprichosas. Nuevos empresarios “amigos”, que pasarán a integrar la lista de futuros investigados para cuando esta pesadilla termine, serán los beneficiados y testaferros de la nueva operación: Aerolíneas, ante la inexplicable complicidad –en ambos casos- de la administración española, sólo explicable en la decisión de liquidar activos en el país y tomar distancia de una economía que se sigue cerrando sobre sí misma al ritmo de un vórtice.
Hasta ahora, se nos ha estado escapando la República y lo sufríamos quienes tenemos vocación republicana y democrática. Ahora, con la inflexión de estos días, corremos el riesgo de que, además, el que se desborde sea el país. Los argentinos sabemos, por experiencia (1976, 1989, 2001...) lo que ello puede terminar significando.
Y nadie –incluidos Cristina y Néstor- podrá escapar a sus consecuencias.

Ricardo Lafferriere

jueves, 1 de mayo de 2008

Señor Kirchner, a usted no lo votó nadie

“Ganamos con el 45 % y le sacamos una ventaja del 23 % al que nos seguía”, dicen los diarios que gritó usted, desaforado, en Mendoza, mostrando sin pudor alguno, una vez más, su estado rayano en la insanía. De este “triunfo”, aparentemente, deduce usted que tiene derecho al país, como señor feudal que lo compra al Rey, con las personas que están adentro.
Sin embargo, olvida un detalle: a usted no lo votó nadie. Recuerde que puso a su esposa, porque todos los datos de sus encuestadores le mostraban el desgaste inexorable a que estaba sometida su imagen como consecuencia de los dislates de su gobierno. Y recuerde que cuando a usted le había tocado, a pesar del apoyo del entonces presidente Duhalde, apenas llegó al 22 % del electorado argentino.
En todo caso, aún concediendo legitimidad al sospechado proceso electoral de octubre, fue su esposa la votada por los argentinos, y además, con un discurso que está en las antípodas de sus arranques de Nerón criollo. La gente votó –lo recordamos- a quien hablaba de la unidad nacional, de los grandes próceres de todos los partidos, del trabajo y la tolerancia, de la construcción del país del futuro....
Eso no tiene nada que ver con su discurso, Kirchner. Aunque pretenda asumir el papel del López Rega del siglo XXI, los argentinos hemos madurado mucho como para respetar a quien nos hable a los gritos, como si fuéramos soldados de un cuartel –donde, bueno es recordarlo, ya no existen ni siquiera “colimbas”, sino profesionales ciudadanos, que han elegido ese trabajo como cualquier otro y donde ya no es posible gritarles, ni siquiera a ellos-. Y cuesta creer que usted piense que su esposa es Isabel. Recuerde que la presidenta es ella, y usted sólo un ciudadano más. Si no lo entiende, será identificado cada vez más con López Rega.
Si pierde los estribos porque a ella no le va bien, pues vaya a un sicólogo. No entorpezca la gestión –que bastante trabajoso lo tiene- que le ha dejado a su mujer, como una brasa ardiente, con todos los frentes que caprichosamente se le ocurrió abrir sin importarle las consecuencias. Es ella –pero más que ella el país, que es lo importante- el que debe sufrir el aislamiento internacional convertido en el hazmerreir del mundo, la crispación interna, el crecimiento de la droga, la violencia cotidiana, volver al borde del abismo, la falta de energía, el deterioro terminal de la infraestructura de transporte, los muertos en las rutas, la desaparición de la seguridad aérea, la inflación desatada, el crecimiento de la pobreza, la licuación institucional, la desaparición del parlamento, el temor en los jueces, la persecusión a la prensa libre, la negación de la oposición, el desmantelamiento de la defensa, la corrupción generalizada y ramplante inundando todas las áreas del Estado, la desaparición del federalismo, la clientelización de la política, la vuelta de lo peor delas mafias del conurbano... y podríamos seguir hasta el cansancio.
Ha asumido usted la presidencia del peronismo. Quizás ese partido haya cambiado mucho. Quizás. En otras épocas, y salvo al fundador Juan Perón, no le hubieran tolerado sus berrinches infantiles, ni el sabotaje permanente a la gestión de su mujer, ni mandar a sus matones a intimidar ciudadanos, o a incendiar campos...; mucho menos, a embarcarlo en un camino sin salida, empujando todos los días a una gestión con su sello partidario hacia un nuevo abismo, quizás mayor que el del 2001. Aunque es posible que haya logrado hacer con el propio peronismo lo que hizo con el país: destrozarlo apoyándose en lo peor del populismo y de la izquierda entrista y excluyendo a los que tienen una visión moderna y democrática del país, la política y el mundo.
A propósito del fuego en el Delta: ha insistido en su discurso de Mendoza con la letanía “no nos manden humo, no nos incendien los campos”, imputando los incendios a los productores. Sin embargo, debe seguramente conocer que mucho ha circulado en la red sobre su responsabilidad intelectual en los incendios. Como hombre de Entre Ríos, no puedo entender cómo puede ser que productores que tienen en las islas el ahorro de toda su vida, en hacienda que han traido a pasar el invierno, puedan incendiar los campos poniendo en riesgo fatal todo su capital, sin motivo productivo alguno. Y varias han sido las denuncias, que pocos se animan a publicar, de personas que han visto a extraños circulando por las islas horas antes del “estallido” de los focos de fuego.
Es curioso, además, su obsesión por culpar a esos productores, a los que les han quemado el campo, de incendiar ellos mismos sus propiedades (¿?). Lo dijo usted en la Matanza, y lo repitió en Mendoza. Es una obsesión que facilmente se articula con su desbordado ataque a los hombres de campo, haciéndose el dueño, por lo demás, del éxito de los esfuerzos productivos de estos años, como si el milagro de salir de la crisis hubiera sido provocado por “San K”, en lugar de ser una respuesta natural –y magnífica- de los productores argentinos a una excelente situación internacional, que generaron riqueza a pesar de su gobierno y no gracias a él.
Esa duda, Kirchner, inundó a todos los argentinos y renace cada vez que ocupa una tribuna. Es curioso que con la dimensión que tomaron los hechos, no haya ni un imputado serio y ninguna investigación sólida que lleve a detectar el origen. Un prestigioso diario nacional, por su parte, en su carta de editor del viernes 25 de abril, dejó trascender con valentía la sospecha que muchos tienen: la de un sabotaje. Esta hipótesis, obviamente, no puede originarse en las víctimas sino en un desborde irracional o descontrolado.En todo caso, debiera ser usted, frente a estas dudas, el más interesado en descubrir a los autores, en lugar de darlos por descontado. Quizás piense, como hizo en el caso de Patti, que es el sospechado el que tiene que demostrar su inocencia. Como los nazis.
Está desatando los peores fantasmas del pasado nacional: la violencia, el enfrentamiento, la intolerancia, la inflación, los grupos parapoliciales. Hacia allí conduce su discurso “irracional” (Elisa Carrió) y “descontrolado” (Gerardo Morales), alejado del reclamo de “escuchar a los demás” (Macri).
Hágale un favor al país. Recuerde, aunque sea por un momento, que a usted no lo votó nadie. Que la que debe gobernar es su esposa, a la que acaba de expulsarle del gobierno al único ministro que le dejaron elegir. Cállese la boca. Váyase a la patagonia, a seguir juntando plata con carretillas en sus prósperos negocios inmobiliarios comprando tierras por centavos ayudado por intendentes amigos. O retírese a la vida privada construyendo su fortuna de nuevo magnate petrolero. Deje a los argentinos que trabajan seguir con su intento de reencauzar el país mirando al futuro, por el amplio parabrisas que enfoca hacia adelante, en lugar de conducir mirando por el pequeño espejito retrovisor.
Ya hizo suficiente daño. Dejenos tranquilos.


Ricardo Lafferriere

viernes, 25 de abril de 2008

Juntitos, juntitos...

¿Alguien hubiera pensado hace muy pocos años, en el “planeta K”, que
Néstor Kirchner terminaría presidiendo el peronismo por una lista única?
¿Alguien hubiera pensado hace muy pocos años, en el peronismo mayoritario “no-K”, que Néstor Kirchner terminaría presidiendo el peronismo por una lista única?
Sin embargo, ahí está.
Esta curiosa simbiosis entre lo peor del populismo y la izquierda “entrista” –más esclerosada que nunca- ha logrado hacerse de la conducción del partido político más grande de la Argentina.
Ahí están todos. A partir de este hecho, no podrá decirse más que “K no es peronista”, ni desde la izquierda esclerótica que creyó descubrir la pólvora al ensayar el nuevo entrismo, ni por el peronismo tradicional, que siempre miró a Kirchner como un tumor que había que aislar, tolerar y aprovechar, pero nunca respetar.
Todos juntos, entonces, correrán suerte y verdad con la gestión “K-K”. Juntos serán responsables de lo que venga –sea bueno, como seguramente desean, o sea patético, como anuncian todos los que en la Argentina piensan y advierten, incluso muchos que a pesar de pensar no hablan, porque todavía son socios de la chequera-.
Estarán siendo mirados, todos juntos, por los argentinos. Y serán juzgados, todos juntos, por los resultados del gobierno que ha dejado de ser del “Frente para la Victoria”, esperpéntico engendro que unía a D’Elía con los Intendentes bonaerenses, a Bonasso con Pichetto, a Beder Herrera con Urtubey, a Moyano ex Triple A, con Hebe de Bonafini, a Borocotó con Ocaña, para pasar a ser, ahora de pleno derecho, un gobierno del Partido Justicialista. Ahora sí se incluye a Scioli y Das Neves, Schiaretti y Alperovich, Alberto Fernández y Balestrini. ante la excepcionalidad de un Rodríguez Saá inteligentemente opositor, que con su exclusión confirma la regla.
Interesante desafío para los miles de dirigentes peronistas de todo el país, el de tener que concurrir a las reuniones agropecuarias a defender los dislates del nuevo Nerón, que preside ahora su organización. Y los gremialistas peronistas, que tendrán la misión de defender que los salarios devaluados no superen el techo acordado con Moyano como precio de la cobertura judicial. Y los empresarios de la “burguesía nacional” de casinos, obras públicas y caños sin costura, que deberán defender los controles de precios a punta de pistola ejecutados por Moreno, como contraprestación a los favores que les acercaron multimillonarias facturaciones.
Y los Intendentes peronistas, que deberán justificar ante sus pueblos el vaciamiento económico de sus regiones que se materializa con las retenciones al agro. Y los legisladores provinciales peronistas, que deberán ensayar desde sus bancas el desafío de articular un discurso que defienda a K y a la vez defienda a quienes los votaron.
Pero lo más interesante: todos juntos deberán enfrentar las elecciones del año que viene con el interesante escenario de la inflación el alza, la pobreza creciendo, la violencia reinstalada y el aislamiento internacional reforzado.
Al final el ex Presidente, sin querer, le hace un servicio a la democracia. Si bien su estrategia está clara –tener controlados de cerca a quienes pueden hacerle la zancadilla por razones de supervivencia, ante el deterioro terminal de la gestión “K-K”-, al juntarlos a todos también aclara el debate de cara al país.
Y en un momento como el actual en el que, gracias a la lucha que comenzó el campo, los velos que tapaban el sol se están descorriendo uno a uno, todos los días, es bueno para la maduración política de la sociedad que en este “panóptico al revés” en que se ha convertido la vida pública, todos los ciudadanos puedan ver la totalidad de los personajes del poder alineados en el mismo barco, sin excusas, dobles mensajes ni medias tintas.


Ricardo Lafferriere

Rumbo de colisión

El regreso de Néstor Kirchner al atril, esta vez al hacerse cargo de la presidencia formal del Partido Justicialista –sin elecciones internas, asambleas ni consultas de ningún tipo a los afiliados-, ha profundizado el enfrentamiento del régimen “K-K” con amplios sectores de la ciudadanía.
El marco en el que lo hace no sólo ratifica conflictos, sino que confirma el rumbo de colisión con los productores agropecuarios y las amplias clases medias, que cada vez sienten con más preocupación el endurecimiento del discurso del poder. “Estamos en manos de un irracional”, disparó Elisa Carrió luego del incendiario discurso en el que acusó a los productores de “quemar los campos”, “querer matar de hambre a los argentinos”, “desatar la violencia armada” y “provocar inflación”.
De esos ataques no fue indemne ni siquiera el ministro (del ¿gobierno?) de su esposa que menos pleitesía le rendía en su Casa Rosada paralela de Puerto Madero, Martín Lousteau. “Que no se hable más de enfriar la economía”, grito exaltado al conocer que, ante el desborde inflacionario que ya se ubica en el 35 % anual, el funcionario había propuesto algunos ajustes imprescindibles en las tarifas de gas y electricidad, cuyos niveles se encuentran entre un décimo y la tercera parte de los precios del entorno regional –Brasil, Uruguay y Paraguay-. Obviamente, su esposa de inmediato le pidió la renuncia al funcionario cuestionado por el ex presidente.
Es que mantener los multimillonarios subsidios a los servicios públicos, transportes y empresas amigas del gobierno ha generado una presión sobre las finanzas públicas que ha superado ya los treinta y cinco mil millones de pesos, para cubrir los cuales se sigue echando mano de una rapiña indisimulada sobre los productores del campo. El monto de los subsidios equivale casi exactamente a lo que se le extrae a los productores agropecuarios vía retenciones. Mantener la economía “sin enfriar”, es decir con un crecimiento inconsistente del 8 o 9 por ciento, anuncia profundizar la presión sobre el sector productivo, para sostener un consumo que se asemeja ya a la fiesta despreocupada de la última noche del Titanic.
La desazón, por su parte, se instala crecientemente en la opinón pública, que se prepara para una inminente crisis. La fuga de capitales, que en el segundo semestre del año 2007 tuvo un récord histórico –USD 8.622 millones- superando al semestre previo a la crisis del Tequila (USD 5.787 millones) e incluso a la gran debacle del 2001 (USD 6.491 millones)- se ha incrementado en estas últimas semanas, obligando al Banco Central a vender divisas para sostener el valor del peso, y a un incremento del precio del dólar que reaparece en los circuitos monetarios “no formales”, fenómeno que había desparecido de la Argentina desde hace años.
Los consultores de las grandes empresas están aconsejando a sus clientes vender rápido sus posiciones en Argentina y colocarse en divisas fuertes, en todo caso para volver luego del derrumbe a comprar a precios de liquidación, como ha sido la constante en las últimas crisis. Y los argentinos comunes, con el reflejo de tantas experiencias que han sufrido por los aprendices de brujos en las últimas décadas, hacen cola en las casas de cambio para poner sus ahorros en Euros o Dólares.
El derrumbe de la presidenta Kirchner en las encuestas, que el gobierno ha intentado silenciar de todas formas, es difícilmente emulable internacionalmente: treinta puntos de caida en un mes. Su imagen positiva apenas supera el 20 por ciento, y su permanente derroche de joyas y vestidos de fiesta aún cuando realiza reuniones de trabajo en la Casa de Gobierno la han llevado a convertirse en el centro de ironías, “cargadas” y desprestigio. La imagen de un productor, con una vieja “Pick-Up” Chevrolet al borde de la ruta portando un cartel que rezaba “Cristina, te cambio tu Rolex Presidente por mi 4x4” no es nada más que una muestra del deterioro del imprescindible respeto que debe inspirar la primera funcionaria, pero que se disipa hora tras hora como arena seca entre los dedos.
Lo esperpéntico de esta situación es que se produce en el mejor momento internacional para la Argentina, tanto para el presente como en las perspectivas para el futuro. Alimentos y energía, dos bienes que anuncian escasos, están en el suelo y el subsuelo. Pero el petróleo y el gas no salen sin exploración y explotación –es decir, sin inversión-. Y los alimentos no brotan sin labrar la tierra –es decir, sin inversión-. Y es justamente la inversión la que desaparece en la economía “K-K”, que prefiere distribuir forzada (y en ocasiones, ilegalmente) todo lo que se produce, para no “enfriar” la sensación de euforia que, sin embargo, se está tranformando rápidamente, en una sensación de pánico.
Los productores del campo han anunciado ya que no sembrarán trigo en esta campaña, que debiera estar iniciándose. Brasil ha anunciado que dejará de comprar trigo a la Argentina por falta de seguridad en la provisión, y lo mismo han hecho otros países. La prohibición de exportación de carnes ha llevado a la Argentina a perder tradicionales mercados internacionales, cubiertos ahora por el Uruguay –que ya exporta más que la Argentina- y el propio Brasil. Y las entidades agropecuarias han adelanado que no liquidarán la cosecha de soja que están levantando en este momento, guardándola en silos hasta... no se sabe cuándo. Simplemente, como una medida de defensa para evitar la rapiña “K-K”, que se cree que ha ver ganado una elección los convierte en dueños toda la riqueza del país.
Una vez más en su historia la Argentina marcha en rumbo de colisión consigo misma. Sería bueno que esta vez no haya interrupciones traumáticas del gobierno, y sea el propio peronismo el que se haga cargo de encaminar lo que está descarrillando, sin asumir el papel de víctima que es tradicional en su discurso cuando la realidad le pone freno a sus dislates. Hoy están todos juntos, comandados por Kirchner. Es su gobierno y están allí con la suma del poder y toda la responsabilidad. La duda que existe es si podrá evitar la colisión.



Ricardo Lafferriere

martes, 15 de abril de 2008

La abogada presidenta, el rigor intelectual y la distribución del ingreso

¿Quiénes son los que más ganan en el país?
Las informaciones oficiales dicen que son el 1 % de la población, cuyos ingresos equivalen a 57 veces el escalón del 1 % inferior.
¿Cuánto pagan de impuestos esas personas? Según la Ley de Impuestos a las Ganancias, su aporte es de entre el 30 y el 35 % del total de lo que ganan, luego de deducidos todos los gastos autorizados por la ley.
¿Cuántos de ellos son productores agropecuarios?
Sorpréndase: ninguno.
¿Por qué los más ricos del país deben abonar el 35 % de lo que ganan, una vez deducidos todos los gastos, y a los productores agropecuarios se les retiene el 44 % de sus ingresos totales, sin importarles lo que les haya costado obtenerlos, exacción que llega a superar el 60 % -y en determinados casos, hasta el 90 %- una vez que se le agregan los demás impuestos que los gravan? ¿En qué se basa la presidenta para decidir un manotazo de esa magnitud, por fuera de los procedimientos y márgenes autorizados por la Constitución y las leyes, a un sector de la población que no se encuentra entre los más ricos del país?
¿Por qué al campo se lo puede robar y a los ricos no?
La presidenta ha reclamado a la oposición y a la prensa “rigor intelectual” para hablar del país. ¿No sería bueno que diera el ejemplo?
¿Cómo puede referirse tan ligeramente al aporte de las retenciones del campo sosteniendo que “apenas” aportan el 7,9 % corresponde a las retenciones agrarias, imputando falta de rigor intelectual a quienes se oponen a esa rapiña? ¿No leyó el artículo 17 de la Constitución? Ella, que es una jurista afecta a las construcciones intelectuales puras –a tal punto que, como lo hemos dicho en una nota anterior, se manifestó compenetrada con la Teoría Pura del Derecho, de Kelsen, en oportunidad de su discurso anual ante el Congreso- ¿no estudió que el Poder Ejecutivo es un poder meramente administrador, cuyas facultades están fijadas por la Constitución y las leyes, y que tiene absolutamente prohibido avanzar sobre los derechos de las personas, entre las que se encuentra justamente el derecho de propiedad? ¿No recuerda que quién tiene en una democracia las facultades impositivas indelegables –en nuestro país, otorgadas por el artículo 75 de la Constitución Nacional- es el Congreso, como representante de los ciudadanos? Se lo recordamos:

“Capítulo Cuarto Atribuciones del Congreso
Art. 75.- Corresponde al Congreso:
1. Legislar en materia aduanera. Establecer los derechos de importación y exportación, los cuales, así como las avaluaciones sobre las que recaigan, serán uniformes en toda la Nación.
2. Imponer contribuciones indirectas como facultad concurrente con las provincias. Imponer contribuciones directas, por tiempo determinado, proporcionalmente iguales en todo el territorio de la Nación, siempre que la defensa, seguridad común y bien general del Estado lo exijan. Las contribuciones previstas en este inciso, con excepción de la parte o el total de las que tengan asignación específica, son coparticipables.Una ley convenio, sobre la base de acuerdos entre la Nación y las provincias, instituirá regímenes de coparticipación de estas contribuciones, garantizando la automaticidad en la remisión de los fondos.
..............
3. Establecer y modificar asignaciones específicas de recursos coparticipables, por tiempo determinado, por ley especial aprobada por la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara. .... “
¿No estudió, en Derecho Financiero, el alcance de las facultades impositivas del Estado, limitadas por la Corte Suprema de Justicia a un 33 % de la base imponible, ya que de otra forma estaría afectando directamente un derecho de jerarquía constitucional, como el de propiedad, y se transformaría en confiscatorio, lo que está también prohibido por la Constitución?
¿No estudió que la Constitución establece la garantía máxima del derecho de propiedad, en su artículo 17, y que para poder privar de la propiedad a alguien es necesario el dictado de una ley que la declare sujeta a expropiación, y luego previamente indemnizar al titular? ¿No estudió que la confiscación de bienes fue erradicada del derecho argentino al sancionarse la Constitución Nacional, en 1853? Por las dudas, se lo recordamos. Dice:

“Art. 17.- La propiedad es inviolable, y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de utilidad pública, debe ser calificada por ley y previamente indemnizada. Sólo el Congreso impone las contribuciones que se expresan en el artículo 4º. Ningún servicio personal es exigible, sino en virtud de ley o de sentencia fundada en ley. Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invento o descubrimiento, por el término que le acuerde la ley. La confiscación de bienes queda borrada para siempre del Código Penal argentino. Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie.”

La Constitución no deja dudas. El maestro Kelsen, por su parte, enseñó que las normas inferiores sólo tienen legalidad si son coherentes con las jerárquicamente superiores. Se llama “jerarquía normativa”, en la virtuosa “pirámide” que no deja lagunas. Se estudia en Filosofía del Derecho. Y en Introducción...
¿O no fue rigurosa al estudiar derecho, y ahora debiera repasar sus viejos libros de la Facultad? A propósito, ¿sabrá su Secretario de Comercio –que no es abogado, aunque dice ser Licenciado- que concurrir con una banda armada a un establecimiento privado y apropiarse de lo que encuentre está también prohibido por la Constitución, y puede configurar el delito de robo –agravado, si se trata de ganado y productos del suelo, arts. 167 y 163 del Código Penal y es a mano armada, art. 166 inc. 2? ¿Sabe que la pena por este delito puede llegar a Quince años de reclusión? ¿Lo sabe la señora presidenta? ¿Sabe que ese delito prescribirá mucho tiempo después que termine su gestión, cuando la justicia podrá actuar libremente?
¿Cree la señora presidenta que el Congreso le “delegó” esas facultades impositivas?
Le recordamos, en ese caso, dos normas –también de la Constitución, reformada con su presencia como Convencional en 1994-:
“Art. 76.- Se prohíbe la delegación legislativa en el Poder Ejecutivo, salvo en materias determinadas de administración o de emergencia pública, con plazo fijado para su ejercicio y dentro de las bases de la delegación que el Congreso establezca.La caducidad resultante del transcurso del plazo previsto en el párrafo anterior no importará revisión de las relaciones jurídicas nacidas al amparo de las normas dictadas en consecuencia de la delegación legislativa.”
¿Qué la delegación venía de antes de la Constitución del 94, porque la había realizado un Decreto Ley, en ausencia del Congreso, al sancionarse el Código Aduanero? Pues entonces le conviene recordar otro artículo:
“Disposición transitoria Octava: La legislación delegada preexistente que no contenga plazo establecido para su ejercicio caducará a los cinco años de la vigencia de esta disposición, excepto aquella que el Congreso de la Nación ratifique expresamente por una nueva ley (corresponde al art. 76). “
La reforma fue sancionada en 1994. Los cinco años vencieron en 1999.
Como puede observar, el derecho “sin lagunas”, como lo entendería no sólo su admirado Kelsen sino cualquier abogado de pueblo, no deja dudas sobre la total falta de fundamento legal de su angurria de soja ajena. Las retenciones son inconstitucionales. Y sería bueno que lo recordara no sólo ella, sino los dirigentes de las entidades agropecuarias.
Pero dejemos el árido campo del derecho y pasemos a la ciencia política.
Su rigor intelectual la ha llevado a sostener, hace algunas semanas, y obviando cualquier fundamento legal, que la “redistribución del ingreso” debe lograrse sacándole a los que tienen para darle a los que no tienen, ya que no existe otra forma de hacerlo (así lo afirmó en su primer discurso referido al reclamo agropecuario).
Esa tosca construcción mental, propia del rudimentario silogismo del populismo, es contestada por los pensadores más rigurosos de la ciencia política, que sostienen que la distribución progresiva estable y consistente del ingreso se apoya en el crecimiento del nivel educativo, que no sólo confiere habilidades traducidas en mejores salarios, sino que despierta estímulos de mejoramiento en el nivel de vida proyectados en el esfuerzo hacia el trabajo creador.
Así creció el país luego de la formidable inversión educativa que hicieron los prohombres de la generación del 80, temprana y tardía, de las más diversas posiciones ideológicas, desde Sarmiento a Cané, desde Pellegrini a Alem, desde Joaquín V. González a Juan B. Justo, desde Estrada hasta Roca, desde Mitre a Vidente Fidel López.
Esa afirmación, que genera respaldo de todo el arco intelectual, confronta sin embargo con otra realidad: los niños argentinos, durante la gestión de su marido, pasaron a ser los menos educados del Continente. Fueron superados por los niños chilenos, colombianos, uruguayos y brasileños. No ocurrió este proceso durante gobiernos de “la oligarquía”, sino durante su propia gestión, y su ministro del ramo fue premiado con una Senaduría Nacional. Las semillas de la distribución desigual del ingreso a largo plazo fueron sembradas –y lo siguen siendo- por la gestión kircherista, a manos abiertas.
Paralelamente, la polarización de los ingresos en el corto plazo, con sus “rigurosas” contrucciones intelectuales, se ha agravado a términos que no tienen parangón en la historia, a pesar del excelente escenario económico internacional que benefició al país en estos años. La distribución del ingreso al fin de la primera gestión kirchnerista es peor que la existente durante el gobierno de Menem.
No es necesario recurrir a los “economistas neoliberales” para confirmarlo: puede verlo aún en su “INDEK”, “rigurosamente” manipulado. O recorriendo las calles de Buenos Aires por tierra –no desde el helicóptero- en horas de la noche, y observando los miles de compatriotas pobres que, como un ejército de la dignidad, prefieren recoger cartones de la basura antes que aceptarle sus lismosnas en forma de “planes sociales” que degradan y clientelizan al exigir como contrapartida convertirse en aplaudidores a sueldo en sus movilizaciones amañadas.
Ello no es extraño. El estímulo a la vagancia y el desestímulo al trabajo creador y a la inversión productiva lleva a un achatamiento de la pirámide social que, sin embargo, no afecta a la cúpula. Los ricos son indemnes a esa política, en primer término porque sus convicciones quizás no tengan el “rigor intelectual” de la presidenta, pero sí tienen sentido común: el mundo ha acordado reglas de juego que se extienden desde el Japón y Vietnam hasta España, desde China e India hasta Estados Unidos, México y Brasil.
Sólo pequeños dislates antológicos –en Venezuela-, alguna isla-Cárcel –en el Caribe- y en un sainete precolombino por acá cerca, donde en otros tiempos se formaban nuestros próceres, comparten el “rigor intelectual” de la señora presidenta. Pero los que saben cuidar su futuro y hacen andar el mundo preservan la inversión, respetan las reglas de juego, cuidan sus relaciones globales, modernizan sus procesos productivos, premian la capacitación y el trabajo creador, aprovechan las oportunidades y se ríen en voz baja –aunque parezcan obedientes- de las ridículas admoniciones del dedito levantado y la voz impostada por la victimizada queja de género.
En una cosa tiene razón la señora presidenta: hay que ser rigurosos. No rigurosamente mentirosos, ni rigurosamente cínicos, ni rigurosamente autoritarios. Rigurosos en recordar, cuando sea el momento en que el estado de derecho vuelva a funcionar en el país, los latrocinios de estos tiempos y las burlas constantes al sentido común y la propia dignidad de los argentinos.

domingo, 6 de abril de 2008

Nueva publicación

Notas "anti K" - Una visión crítica sobre la Argentina en tiempos de Kirchner - Segunda parte, es la nueva obra de Ricardo Lafferriere, consistente en la recopilación de los artículos publicados en www.notiar.com.ar, www.eldiarioexterior.com y www.losprincipiosonline.com.ar durante los últimos meses de la gestión de Néstor Kirchner y los primeros de la de su esposa. El populismo autoritario, la irracionalidad, la destrucción institucional, la errática posición internacional, y la megacorrupción, desfilan en estos artículos que son, principalmente, notas de lucha.
La obra puede encontrarse en la librería virtual del autor, ubicada en http://stores.lulu.com/lafferriere