martes, 16 de julio de 2013

Acuerdo con CHEVRON

¿Para eso querían YPF?

                “Me gustaría que nos pareciéramos a Alemania”, expresó la presidenta Cristina Fernández a Ángela Merkel en ocasión de su visita a ese país, en 2007.

                No ha sido ni es, sin embargo, el rumbo que ha impreso a la política energética de su gobierno.

                Entre 2002 y 2012, Alemania pasó de generar 100 Mgv/h de energía solar, a 32.000 Mgv/h. La Argentina se ha mantenido en ese período con una generación solar de 6 (seis) Megavatios/h.

Casualmente, el gran salto de generación solar en Alemania se dio durante el mismo período en que, en la Argentina, gobernó la pareja Kirchner.

                Alemania agregó nada más que con su parque generador solar el equivalente a una Argentina y media: la capacidad generadora total de nuestro país no llega a los 20.000 Mgv/h.

                Las causas del vuelco hacia fuentes primarias renovables en Alemania se produjo luego de desechar las fuentes fósiles, por contaminantes y de la definitiva proscripción de la energía atómica, luego del desastre de Fukushima, por peligrosa.

                A raíz del impulso a la energía no convencional, el costo de producción de dicha energía es hoy igual o inferior a la tradicional. Pero no sólo eso: como consecuencia del tendido de redes inteligentes y la posibilidad de vender a la red la energía generada por particulares y familias, gran parte de la generación solar es hoy  aportada por paneles ubicados sobre las viviendas y parcelas de campos.

Millones de alemanes se han convertido en pequeños “empresarios energéticos”, fortaleciendo su economía y su sociedad y la solidez de su propia democracia política.

Es tal el impulso cultural que se ven paneles hasta en techos de barcos, cuya provisión de electricidad está sostenida por la captación de energía solar.

Alemania está ubicada en una latitud equivalente a Tierra del Fuego. No recibe la potente radiación del trópico, o de las zonas templadas –como podría hacerlo la Argentina-.

Por nuestro lado, acaba de ser entregado a la aventura, en la búsqueda de nuevas rentas, parte del mega-yacimiento de “shale” de Vaca Muerta. Es el único “proyecto estratégico” energético del país, en los diez años de reinado “K”.

La presidenta Kirchner ha dejado de preferir el ejemplo de Alemania. Prefiere seguir el de Estados Unidos y de China. Pero a diferencia de ambos, uno por motivos geopolíticos y otro por su rápido crecimiento industrial, en nuestro caso tenemos opciones.

Técnicos y empresas, productores y familias, están en condiciones de repetir el fenómeno revolucionario de los alemanes. Podríamos ser Alemania. No lo seremos, pero a pesar del sueño oficialista, tampoco seremos Estados Unidos ni China: nos pareceremos más bien a los regímenes autoritarios de Medio Oriente o Venezuela.

No por sus pueblos, sino por su funcionamiento político. Las rentas fáciles extraídas al subsuelo –es decir a nuestro futuro, al de nuestros hijos y nietos- pueden terminar financiando regímenes de tiranuelos corruptos, democracias débiles y derechos humanos inexistentes. Como lo hemos sufrido en esta última década.

Pero nada es tan grave como el impulso adicional al calentamiento global que implica volcar a la atmósfera el petróleo profundo, el del Shale y el “pre-sal”. En lugar de asumirnos como militantes de la vida y de la preservación ambiental, nos sumaremos a la legión de los repudiados contaminadores globales.

Es realmente triste la imagen de YPF entregando a Chevrón 395 kilómetros cuadrados de territorio para destrozar su subsuelo mediante el “fraking”. Lo es por su significado: el primer paso de un proceso que, una vez instalados los mega-intereses petroleros, será difícil detener.

Empezamos un camino profundamente equivocado, resultado de la desesperación por las consecuencias de una década de ausencia de reflexión estratégica. Esas consecuencias no las sufrirá el kirchnerismo, experiencia política que está en su final. Lo sufrirán –lo sufriremos- los argentinos, que deberemos lidiar con sus consecuencias ecológicas, geológicas, económicas y políticas.

La impostura de la “nacionalización” de YPF queda así al desnudo, al igual que la ingenuidad de los que repartían banderitas argentinas sumados a la murga.

Una nueva oportunidad perdida. Una nueva herencia maldita de una década que en los tiempos será recordada en color negro.


Ricardo Lafferriere

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