jueves, 21 de agosto de 2014

Otra peligrosa bufonada

La última iniciativa kirchnerista cambiando la jurisdicción de pago de los bonos emitidos bajo ley norteamericana a fin de eludir la sentencia en el juicio que el Estado perdió con los bonistas “holds out” en las cortes de Nueva York avanza un paso más en la descomposición del régimen.

Pretender eludir la justicia a la que el país se sometió voluntariamente –o, más simplemente, evadir la justicia- no sólo afecta la relación crediticia vigente, objeto del juicio respectivo. Se agrega al historial del país, que de este modo afianzaría su imagen internacional de evasor crónico de sus obligaciones contractuales. Sus efectos se prolongarían en el tiempo, condenando a todos a sufrir un ajuste sin atenuantes proyectado hacia varios años por delante. Golpeará a los argentinos, como una herencia macabra de esta nueva década infame.

Sus consecuencias se proyectan en este caso más allá del propio kirchnerismo. Si el Congreso lo aprobara, sus consecuencias serían patéticas. La gravedad alcanzaría un nivel extremo si  concitara el apoyo de legisladores opositores, porque se demostraría ante el mundo que la enfermedad no alcanza sólo a un sector político –y en consecuencia, tendría remedio cuando este sector fuera desplazado-, sino que se ha extendido más allá de sus límites, hasta la propia oposición.

En cualquier sociedad civilizada, el Estado es quien da el ejemplo. Aunque entre nosotros el valor del compromiso estatal hace tiempo que había entrado en un cono permanente de merecidas sospechas y desconfianzas –como lo podrían testimoniar decenas de miles de jubilados con sentencia firme, ignoradas por la ANSES o de los acreedores internos –proveedores y contratistas- con sentencia contra el Estado, demorados sin fin ni justificación en sus cobros-, en la comunidad internacional la palabra de un Estado todavía tiene la presunción de certeza.

 La actitud de evadir las normas y los compromisos empeñados en un contrato formal –que no otra cosa son los títulos de deuda- y hacer alarde de ello demuele esta presunción, colocando al país en una situación más grave que el default involuntario: el de un deudor mendaz, serial y sistemático.

Poca relación tiene la iniciativa con el interés nacional, al que se quiere recurrir para fundamentarla. Hemos repetido varias veces la sentencia de Samuel Johnson: “El patrioterismo es el último argumento de los bribones”. En eso pretende convertir el kirchnerismo a la Nación Argentina. En un Estado Bribón.

La situación del mundo no admite este atajo. Si era inviable desde hace décadas, hoy es sencillamente atentatorio contra las posibilidades de desarrollo del país, de la generación de empleo genuino, de la imbricación virtuosa con el mercado global de bienes, y con la asociación con los actores comerciales, tecnológicos, financieros y de inversión de la economía global. Por no hablar de los más que desvastadores efectos internos.

No es cierto que el país –ningún país, ni siquiera los más desarrollados- esté en condiciones de desarrollarse aisladamente en el actual momento del mundo. Hoy sólo lo ensaya Corea del Norte, chantajeando con el desarrollo nuclear para conseguir limosnas. Hasta Cuba abre su economía y convoca capitales, respetando las reglas. Si fuera cierta la afirmación presidencial, no se explicaría su obsesión para la aprobación del contrato con Chevrón, ni su pretendida asociación con China modificando legislación local, ni su mega-indemnización a Repsol, o su reconocimiento de insólitos intereses punitorios en la renegociación con el Club de París.

Hasta Cristina necesita del mundo, aunque en una inexplicable calesita de giros sin destino un día entregue lo que al día siguiente niegue.

Afortunadamente, hay quienes tienen el patriotismo suficiente para no ceder a la infantil prédica del nacionalismo bribón. Mauricio Macri fue el primero. Ernesto Sanz luego. Cobos y Binner se han pronunciado en forma similar. Son las voces del sentido común, a las que el estancamiento, la pobreza, la inflación galopante, la disolución de la moneda nacional y la creciente desocupación que sobrevendrá por la “gesta” infantil del kirchnerismo no les parece  “nacional y popular” sino profundamente enfrentada a los intereses de los argentinos, de la nación y de su futuro.

Una nueva y peligrosa bufonada. O una infamia, contra el país y contra nuestra gente.


Ricardo Lafferriere

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