jueves, 20 de junio de 2013

¿EEUU y Al Qaeda del mismo lado?

El desarrollo de la guerra civil en Siria no puede ser más preocupante para quienes creemos en la paz, la democracia y la posibilidad de convivencia entre pensamientos diferentes.

Como en todo conflicto a abierto que reemplaza al diálogo honesto, la tendencia es el desplazamiento de los actores hacia sus componentes más extremos.

Siria no es la excepción, acercándose a una guerra cuyos componentes más dinámicos están derivando a ser Hezbollah (apoyando al gobierno) por un lado, y Jabhat al Nussrah -componente de Al Qaeda- como grupo militar hegemónico de la oposición, por el otro.

Las simpatías y apoyos externos complican aún más el escenario.

La utilización de gases y armas químicas por parte del gobierno de Al-Assad (régimen dictatorial y atrozmente represivo  del partido Baas que gobierna con estado de sitio desde 1963) ha colocado al gobierno de Obama en uno de sus dilemas más complicados, por su compromiso previo de intervenir si ese extremo llegaba a ocurrir.

Estados Unidos está obligado a hacerlo, no sólo por sus compromisos internacionales, sino de su propia palabra, cuando hace pocos meses evitó ayudar a los rebeldes porque tal extremo (el uso de gases por parte del gobierno) no estaba suficientemente probado.

Pues ahora sí lo está. El bombardeo con gases ha provocado ya la muerte de cientos de civiles en aldeas tomadas por los rebeldes y atacadas por las fuerzas de Al-Assad, especialmente en la aldea de Hams y en la destrozada Aleppo, segunda ciudad del país.

Si Estados Unidos no interviene, su credibilidad internacional quedaría fuertemente dañada. Pero si lo hace, estaría apoyando directa o indirectamente a Al-Qaeda.

Obama decidió cumplir con su palabra a medias, haciendo llegar armas a los rebeldes.

Pero esa decisión motivó la de Rusia y de Irán de apoyar con armamento de última generación a Al-Assad. Es natural. Ni a Rusia ni a Irán les afecta ninguna pérdida de prestigio internacional apoyar a un régimen que masacra con gases a su propia población, pero sí les afectaría tener en su vecindad un Estado abiertamente terrorista y hostil.

Consecuente con esta decisión, Irán ha enviado también un numeroso contingente de la Guardia Revoluciona (4000 combatientes) para apoyar al régimen de Al-Assad.

El aquelarre se completa con los temores de Turquía e Israel, por la fuerte participación de Hezbollah, enemigo de ambos en el Líbano, con creciente influencia en Siria debido a su apoyo al régimen de Al-Assad.

Las vueltas de la geopolítica, por su parte, vuelve a acercar a los socios anti-rusos de Afghanistan, EEUU y Al Qaeda.

Nadie puede imaginar cómo terminará ésto. Sí está claro quienes lo sufren. La guerra ha provocado ya cerca de cien mil muertos, más de un millón de refugiados y cuatro millones en situación de crisis humanitaria. Obviamente, la inmensa mayoría corresponde a población civil.
La comunidad internacional -especialmente las Naciones Unidas- debiera seguir intentando potenciar a los actores racionales de este conflicto, alimentando los islotes de tolerancia democrática que subsisten, para encauzar una salida que recupere la paz en este sufrido país del oriente medio sobre la base del respeto a los derechos humanos, la independencia nacional y la convivencia democrática de sus ciudadanos a pesar de sus diferencias religiosas, étnicas o ideológicas.

Ricardo Lafferriere


domingo, 16 de junio de 2013

Vaca Muerta: nuevo escapismo nacional

“No quiero que le digamos más Vaca Muerta;
de ahora en adelante la llamaremos Vaca Viva”
Cristina Fernández de Kirchner               

                Los informes científicos no discrepan: la presencia de moléculas de CO2 en la atmósfera atravesó la barrera de las 400 partes por millón. Hace tres millones de años que el planeta no llegaba ese nivel.

                Al comenzar la revolución industrial, esa concentración era de 280 ppm. Si continúa el actual  incremento, llegará a las 500 ppm en tres décadas. En ese momento, todo será impredecible, ya que atravesaremos un umbral que jamás la humanidad vivió en sus cientos de miles de años de existencia. La elevación de la temperatura promedio del planeta será de entre 4 y 5 grados.

                La generación de CO2 tiene fuentes diversas, varias de origen natural. Una de ellas, sin embargo, está en nuestras manos controlar: la quema de combustibles fósiles –carbón, petróleo y gas-.

                Hasta hace una década, el peligro era grande pero en última instancia, restringido a las existencias conocidas de hidrocarburos, que se pensaba que habían llegado a su límite.

                Sin embargo, el desarrollo de técnicas novedosas –como el “fracking”- permite buscar nuevos yacimientos, más profundos. Las arenas bituminosas de Canadá, el “shale” en Estados Unidos, Rusia, China y Argentina, y el “pre-sal” en Brasil, lanzan nuevamente la carrera.

                El planeta está nuevamente en las puertas del “corredor de la muerte”. Y no se trata de un destino inexorable, sino que responde a decisiones humanas.

                Sin embargo, así como se cuenta ya con tecnologías para ir más profundo a buscar más petróleo, también las hay para obtener energía de fuentes renovables, sin perjudicar el ambiente, ni la geología.

                “Me gustaría que la Argentina se pareciera a Alemania”, le expresó la presidenta argentina Cristina Fernández a la Canciller Angela Merkel en ocasión de su visita a dicho país. Esa expresión de anhelos seguramente refleja la aspiración íntima de la mayoría de los argentinos en el caso de la energía.

No ha sido, sin embargo, el rumbo que Fernández de Kirchner ha impreso a la política energética durante su gestión. Frente a los 32.509 Mwh de generación de energía solar en Alemania, la Argentina muestra, en el 2012, una capacidad de generación de energía solar de apenas 6,2 Mwh .

Curiosamente, el gran salto en generación solar se produjo en Alemania en la misma época en que el presidente Kirchner se hacía del poder en la Argentina. En ese momento, la capacidad de generación solar instalada en Alemania apenas alcanzaba a 100 Mwh. Es bueno recordar que tampoco se trata de que ese país que tenga mucho sol: su emplazamiento entre los paralelos 51 y 55 equivale en nuestro hemisferio al sol que puede captarse entre Rio Gallegos y Ushuaia.

En los diez años siguientes, Alemania llevó su parque solar de 100 a  32.000 Mwh. y su capacidad total de generación a más de 120.000 Mwh. Argentina sólo agregó a su parque generador 6 Mwh. (seis) de energía solar, y dos centrales térmicas, pasando en total de 17.000 Mwh a 19.000.

Su proyección de largo plazo se orienta a la puesta en valor de las reservas de “shale” del yacimiento de Vaca Muerta. Es  decir, a quemar más hidrocarburos fósiles.

Ninguna proyección de necesidades energéticas para las próximas décadas requiere recurrir al saqueo del subsuelo. Todas son previsibles con el desarrollo de fuentes renovables. La sistemática reducción de costo de las energías renovables hoy la hacen las fuentes normales por excelencia.

Por el contrario, insistir en las sofisticadas y costosas técnicas del nuevo impulso hidrocarburífero mediante técnicas no convencionales sólo responde a intereses del “statu-quo”, el que resiste el cambio y prefiere seguir la marcha hacia el suicidio.

Vaca Muerta no es una fuente energética indispensable. Es, en todo caso, una fuente de nuevas rentas. No es una respuesta energética, sino un objetivo económico, de dudosa ética ambiental.

“Vaca Muerta” es el equivalente energético de un campo con “solo soja”. Por el contrario, “energías renovables” es el equivalente a la “diversificación” de los cultivos.

Vaca Muerta es profundizar la dependencia, apuntar a las rentas rápidas, creer que se solucionan los desequilibrios generados por la incapacidad de gestión y de la propia organización económica y social cargándolos en la cuenta del planeta –es decir, de nuestros hijos y nietos, de su aire y de su agua-.

Es ignorar el daño a las próximas generaciones, pero también a nosotros mismos en los próximos y cercanos años. Es conspirar contra el desarrollo tecnológico, la sofistificación y progreso social.

Es abrirnos al riesgo de una de las consecuencias de las rentas petroleras en las sociedades que viven de ellas: democracias inexistentes o reducidas, políticas corruptas, indiferencia por el progreso humano, creación de clientelismo, estratificación de la pobreza, aparición del terrorismo y la intolerancia.

“Sólo soja” es destrozar el suelo con su agotamiento y erosión. Vaca Muerta es destrozar el subsuelo con su ruptura y contaminación.

Por supuesto que es “lindo” tener rentas. Pero deja de serlo si implica ser cómplices en el deterioro del planeta, de su atmósfera, de su biodiversidad. Es mucho más lindo convivir con el entorno en armonía, desarrollarse sin dañarlo, cuidar el delicado equilibrio que nos permite disfrutar del tesoro de la existencia en el maravilloso escenario de un planeta vivo.

Esto, que hasta hace pocas décadas hubiera parecido un utópico escapismo filosófico, deja de serlo con sólo mirar lo que está ocurriendo diariamente con tormentas, mega-inundaciones y tsunamis, tornados gigantes y glaciares que desaparecen, hielos polares que se derriten, especies que se extinguen, aire que se envenena y agua potable que se agota.

No necesitamos Vaca Muerta, ni shale, ni fracking, ni pre-sal. Tampoco lo necesita el planeta. No es allí donde está nuestro lugar, sino compartiendo ilusiones con quienes creen que es posible un futuro emancipado de las nuevas alienaciones y compatible con la vida en libertad, en una democracia sofisticada y tolerante, con seres humanos educados en el dialogo cuya vida no requiera la dilapidación de rentas que no nos pertenecen, aunque nos permitan en lo inmediato seguir con la fiesta.

Mejor que compartir con EEUU, China, Rusia, Canadá o Brasil el discutible honor de ser los nuevos verdugos del planeta sería, coincidiendo con la presidenta -en otros tiempos-, tratar de “parecernos a Alemania”.



Ricardo Lafferriere

viernes, 14 de junio de 2013

Una especie de convertibilidad trucha (sólo para blanqueadores)

                Al igual que la convertibilidad, los CEDIN se emitirán contra dólares físicos que –se promete- serán su respaldo permanente. A diferencia de la convertibilidad, coexistirán con la moneda nacional, al precio que determine “el mercado”.

                Al igual que la convertibilidad, estarán al alcance de cualquiera. A diferencia de la convertibilidad, podrán requerir su emisión sólo los que blanqueen dinero de cualquier origen que no hubiera sido declarado a las autoridades impositivas.

                Al igual que la convertibilidad, “circularán libremente” hasta que a algún tenedor se le ocurra ir al BCRA y canjearlo por divisas. A diferencia de la convertibilidad, su aceptación no será obligatoria para los acreedores y sólo pueden saldar deudas si hay común acuerdo entre el deudor y el acreedor en aceptarlos.

                ¿Son malos? ¿Son buenos? Pues…como todo lo que hace el oficialismo. Su rigor técnico es escaso, sus antecedentes nulos. Es una medida para intentar “salir del paso” de la angustiante carencia de divisas a raíz de la patética política oficial de control económico.

Esa política ha conducido al desequilibrio reinante entre la necesidad de divisas –para pagar energía, deudas, importaciones, turismo, servicios- y la decisión de mantener la ficción de una economía que parezca más rica y abundante de lo que realmente es.

                En otras palabras: para esconder la pobreza, porque no hay valentía para confesar que la Argentina está, en realidad, sustancialmente más empobrecida de lo que “el relato” afirma.

                Los “CEDIN’es” ayudarán sumando otra ficción: que hay en el país más divisas que las que realmente existen.

Como todos los inventos, no puede anticiparse lo que pasará. Con los antecedentes de irresponsabilidad financiera de la gestión kirchnerista, agregaremos otra incertidumbre: que las divisas que respalden los CEDIN’es terminen siendo utilizadas para finalidades que a la presidenta se le ocurran más “patrióticos”, “nacionales” y “populares” que esperar que su dueño las reclame.

Así lo hicieron con los fondos de los ahorristas previsionales, las reservas internacionales y varias cajas específicas de las que el gobierno se apropió sin otra justificación que su voluntad.

Cierto, ese uso no está previsto en la ley. Pero ¿alguien realmente cree que eso sea un freno ante la sed de divisas y los antecedentes de escaso respeto a las normas y a sus propias palabras por parte del “relato” oficial? El trascendido levantado por la prensa y atribuido a Guillermo Moreno (“Ahora podremos emitir dólares”) parecen contestar la pregunta.


Ricardo Lafferriere

sábado, 1 de junio de 2013

Falto "sucios", Diputada...

                Curioso el enojo de la señora. Parecía molesta con el destino. Tal vez lo que no advirtió es que el destino que la está alcanzando es el que ella misma eligió.

                No puede desentenderse. Lo que está pasando en Argentina es, para bien o para mal, su obra y la de su predecesor inmediato, con quien había gestado una sociedad político-conyugal a la que no puede acogerse con beneficio de inventario, porque los administradores fueron ambos.

                Diez años en el poder, ha celebrado. No sólo los ha recordado, sino que les ha dado más trascendencia que a la propia Revolución de Mayo. En esos diez años, es difícil no recordar las frases épicas que jalonaron sus gestiones.

                “Seré más recordado que San Martín”, exclamaba Néstor Kirchner cuando, en la intimidad que trascendía a los diarios, anunciaba que recibiría Veinte mil millones de dólares de inversiones chinas, allá en los albores de su gobierno.

                “Les pagaremos y que no molesten más”, exclamó luego, cuando decidió adelantarle 10.000 millones de dólares adeudados al FMI, con tasas ridículas por lo bajas, simplemente porque no aceptaba mostrar del Estado las cuentas sin engaños. 

                 Prefirió deberle a Venezuela, que cobraba más caro, pero no preguntaba.

                Comenzaron las diarias visitas vespertinas de Jaime, en ropas deportivas y portando bolsos que ya fueron denunciados entonces, pero que recién ahora sabemos que se “pesaban”.

También decisiones esotéricas y nada épicas, como “castigar” al concesionario del Casino de Palermo con la “obligación” de instalar 3500 máquinas tragamonedas adicionales, unas horas antes de entregarle el poder a su esposa.

                El Tren Bala (¿alguien lo recuerda?) tuvo el mismo destino, tampoco nada épico, que el “troncomóvil”, el auto peronista de Moreno: la nada.

                Ahora vemos que junto a Jaime, a Lázaro, a Cristóbal, a Rudy, había una matriz de conducta plagada de licitaciones fraguadas entre empresas de nombre diferente pero el –o los- mismos dueños, bóvedas blindadas, balanzas y bolsos.

Cuando fracasó el intento de terminar el saqueo del campo con la 125, se ensañaron con los ahorros previsionales, menos conflictivos. Disgregados, sin capacidad de gritar, como los chacareros. Iniciativa que –como lo recuerda a menudo ella- le llegó de Boudou, y fue firmada también por Massa, entonces Jefe de Gabinete.

Todos los ahorros atesorados por miles de argentinos para asegurar su retiro fueron confiscados por decisión kirchnerista y comenzaron el jubileo de la demagogia fácil. Esos ahorros ajenos financiarían desde el Ingreso “universal” hasta las computadoras en las escuelas.

Los saqueados ahorristas previsores fueron enviados a la “mínima” junto a los jubilados sin aportes. Y el saqueo se profundizó. Pequeñas y grandes mansiones marcan un estilo en toda la geografía argentina. Son los funcionarios jerarquizados de miles de municipios, provincias y reparticiones nacionales de la nueva era, camporista, nacional y popular.

El jubileo se hizo endogámico. La complicidad se afianzó con el delito, al estilo de las participaciones obligadas en operativos represores en épocas del proceso, para que nadie hablara.

Y tuvieron un acompañamiento inesperado: opositores seducidos por el relato y en ocasiones asociados a sus beneficios se sumaron a la exculpación ideológica de la corrupción. Si es progresista, no es mala. Aunque el progresismo lo sea sólo de palabra.

Crípticas cartas abiertas intentaron cubrir la conciencia de quienes tenían siquiera algún pequeño escrúpulo, de tiempos en que la decencia era un valor. Bíblico: está en el 7º mandamiento. No lo inventaron los “gorilas”.

Un progresismo que asesina Qoms y mapuches, tobas y jóvenes sin trabajo ni educación en el conurbano, pero que exhibe su patente con consignas vacías, cada vez más vacías. Que exige indiferencia ante tragedias anunciadas. Y que siempre tiene a mano algún responsable ajeno para lavarse las manos de las propias, que por una década han manejado a su antojo.

Todo pasa, sin embargo. Todo termina. Y el final, tarde o temprano, empieza a verse. Muy pocos tienen la suerte de Néstor o de Chavez, de que el destino los alcance antes del final. La mayoría siguen el rumbo de Marcos y Trujillo, de Stroessner y Duvalier, de Ceacescu y Kadafi, de Mubarat y al Assad.

Eso saca de quicio a la señora, que ve a su destino acercarse y no le gusta. Y a quienes –cada vez menos- son –cada vez más- guardia pretoriana. Pocos y duros. Indignados porque Scioli “no sale a aguantar los trapos”, como acaba de declarar la flamante jefa de los diputados kirchneristas.

Le faltó “sucios”, Diputada. Trapos sucios.

Scioli tan sólo es uno entre muchos que están viendo el final y buscan prudente distancia, porque no pertenecen al paladar negro del relato. O de otros que sí pertenecen pero prefieren preparar el exilio, en Nueva York, en Uruguay, en Brasil, o en algún paraíso fiscal que misteriosamente deja de serlo por la amnistía al lavado de dinero decretado, a contramano del mundo, por la señora.

Prevenidos. Para el momento –cada vez más cercano- en que los trapos sucios ya sean tantos que ni Scioli los aguante.


Ricardo Lafferriere

lunes, 27 de mayo de 2013

El "progresismo K"

                El libreto no es nuevo. A fuerza de reiteración y de perder hilachas, queda reducido a unas pocas afirmaciones que pretenden identificar con al oficialismo con la acción –ya que no con el pensamiento- “progresista”.

                El cambio de la Corte Suprema menemista, la defensa de los derechos humanos y el ya paradigmático “programa de  Asignación  Universal a la Niñez” son el “núcleo duro” de las reivindicaciones oficialistas, las “pruebas” de su progresismo.

                De la Corte, últimamente se habla poco. Es más: en intuición de quien escribe, hablarán cada vez menos, y si el máximo Tribunal llegara a declarar la inconstitucionalidad de la reforma de la Ley del Consejo de la Magistratura, es posible que dejen de hablar precisamente bien, y se profundice su demonización, que ya comenzó.

                Los derechos humanos, por su parte, se dan de bruces con la utilización patrimonialista  de prebendaria otrora prestigiosos organismos (como las “Madres” y las “Abuelas”, ahora proyectadas generacionalmente en los “hijos”), que giran alrededor del presupuesto y no sólo por los sueños compartidos. Son cada vez más grotescas herramientas de lucha facciosa, licuando viejos afectos y rifando ganados respetos al canjearlos por menos respetables canonjías.

                Los compatriotas aborígenes, especialmente los Qom, pueden dar cátedra  sobre los “derechos humanos” K, cada vez que es asesinado alguno de sus compañeros por la policía brava del Isfran-kirchnerismo o del Capitanich-kirchnerismo. De la misma forma que los millones de niños y jóvenes que no estudian ni trabajan, a los que los diez años del “modelo” no han logrado detectar.

                Y también los hogares humildes del conurbano, abandonados a la suerte de las bandas de narcotráfico enseñoreadas en espacios sin seguridad, policía ni justicia. El “paco” mata diariamente no sólo a los jóvenes desocupados y analfabetos, sino a las madres que se atreven a luchar contra las redes, ante la indiferencia del aparato punteril  kirchnerista, muchas veces cómplice.

                Queda la famosa “Asignación…”.

                Quien esto escribe integraba el bloque de diputados radicales, en tiempos en que también lo hacían Elisa Carrió y Elisa Carca. Ambas fueron autoras del proyecto de Asignación Universal, discutido y aprobado por el Bloque, que lo respaldó y así obtuvo estado parlamentario.

Era una iniciativa estudiada y consistente, que no recurría a los recursos de los jubilados sino que preveía fondos propios, sostenible en el tiempo y sin viso alguno de clientelismo.

                Gobernaba el peronismo, en ese momento con ropaje menemista, con mayoría en ambas Cámaras. Por supuesto, el proyecto de Carrió y Carca durmió el sueño de los justos a pesar de ser una iniciativa infinitamente más sólida e institucionalmente coherente que el decreto de Cristina.

                Los tiempos de la Alianza no fueron precisamente tranquilos para discutir este proyecto. Hasta que llegó el kirchnerismo, que se lo apropió luego de varios años de gestión y, sin debate parlamentario alguno, lo hizo propio.

                Claro que con su impronta. Clientelar, arrebatando recursos a los jubilados, sin garantía alguna de actualización automática, y utilizándolo como vergonzosa propaganda facciosa.

                No obstante eso, es mejor así que no tenerlo. La pregunta, en todo caso, es si esa única bandera, que no sólo nadie discutía sino que antes de su sanción tenía la sola oposición del kirchnerismo, justifica lo que hemos retrocedido en estos años.

                ¿Ese es el progresismo? ¿Descolgar el cuadrito de Videla y ensañarse con achacosos y enfermos generales octogenarios, a los que se les niega los derechos elementales de debido proceso y trato legal, cayendo en la misma deformación ética que se les imputaba a ellos en su tiempo?

                ¿Qué transformaciones estructurales se han realizado en el país en estos años, como no sea anular la potencialidad de sus emprendedores con asfixiantes reglamentaciones voluntaristas al más puro estilo pre-constitucional?

                La Argentina está más endeudada, más chica, más estancada, menos educada, menos tolerante. Está más aislada en el mundo y es menos respetada. No visitan el país desde hace años mandatarios extranjeros, salvo algún que otro tiranuelo ilusionado con negocios oscuros, que ya son hazmerreír en el mundo.

                Se ha deteriorado su infraestructura hasta niveles inferiores a los de comienzos del siglo XX. Nada se ha hecho para el resurgimiento de la red ferroviaria, desmantelada por el turno anterior del partido oficial, entonces con vestimenta menemista. Antes, los 45000 kms. de vías ferroviarias, hoy menos de 500…y no precisamente porque no les haya alcanzado “el tiempo”, sino porque sobraron negociados.

En energía, el país cuenta con virtualmente la misma capacidad de generación que hace diez años. Como cotejo, simplemente mencionemos Alemania: en la década que el kirchnerismo gozaba en el país de “los mejores años de la historia económica” y agregó ¡seis Mwh de generación solar!, el país de Angela Merkel sumó Treinta y dos mil Mwh!

Alemania agregó en el mismo lapso, sólo en energía solar, el equivalente a la potencia energética total de Una Argentina y media, mientras que el “progresismo K” se ufana de haber construido dos centrales ¡térmicas! Nada, en términos de crecimiento, pero mucho en términos de contaminación y emisiones de CO2.  ¿Esto es progresista?

Uruguay, con un rodeo de 12 millones de cabezas, exporta 250.000 toneladas de carne. La Argentina perdió casualmente 12 millones de cabezas, y bajó de 750.000 toneladas a 120.000, pasando de disputar el primer lugar en el mundo, al décimo. ¿Es ésto progresista?

Desfinanciado el sistema previsional por los caprichos presidenciales y la megacorrupción, arrasadas las reservas del BCRA que ayudaban a sostener el valor de nuestra moneda nacional, potenciada la deuda intra-estado y de las provincias empujadas al quebranto, trampeando al mundo con la falsificación de las estadísticas para pagar de menos lo que se debe –como si alguien se olvidará de esta trampa, y no fuera otra pesada cuenta que deberemos enfrentar en el futuro-, el inventario no puede ser menos “progresista”.

Aún con sus chispazos de ingenio y aisladas políticas sectoriales –entre las que debe destacarse la recuperación del trato otorgado al sector científico y técnico-, la década K no será precisamente de las recordadas como “ganadas”.

No hay ningún hecho tranformador de estructuras, relanzamiento económico, cambio sustancial de la equidad, mejoramiento de la infraestructura, solidez de la situación fiscal, mejora en el comercio internacional, modernización, sorpresa en las inversiones o destacable performance de algún sector de vanguardia que permita calificar a estos años de “década ganada”.

Más bien es posible que sea recordada por la grotesca polarización política fuera de época, el renacimiento de la intolerancia, la falsificación de la palabra, la mentira permanente del discurso público y la grosera aparcería de Estado, gobierno, partido, camarilla y culto a la personalidad, vaciadora de la democracia plural y sofisticada de una sociedad que enfrente el futuro potenciando el infinito colorido de ciudadanos libres.


Ricardo Lafferriere



                

miércoles, 22 de mayo de 2013

¿Habla en serio?


               "El Gobierno nacional no ha aumentado un sólo impuesto. Cuando se habla de presión tributaria, diríjanse a los intendentes y gobernadores".

                Con estas palabras, la señora presidenta ha terminado el círculo que fuera advertido desde este sitio hace pocos meses: la perversidad del impuesto inflacionario generado por la emisión monetaria tiene como última variable de ajuste a las provincias y municipios.

                Es falso que no haya aumentado impuestos. Con la emisión sin respaldo generó un impuesto que ha alcanzado a Doscientos mil millones de pesos en los últimos cuatro años (y que sólo en este año alcanzará a Setenta mil millones).

                Ese impuesto escondido, ilegal y fraudulento, sin sanción parlamentaria y sin rendición de cuentas, provoca la caída de valor de la moneda con su contrapartida, el incremento de precios, que deben ser soportados por presupuestos rígidos y sin capacidad de financiamiento en los niveles del Estado que sí prestan servicios a los ciudadanos (como educación, salud, policía, justicia, vialidad, etc.)

                El impuesto inflacionario, decidido, implementado y gastado por la administración de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, está golpeando en forma inmisericorde en los sectores de menores ingresos en forma directa, y por los servicios que dejan de recibir ante el ahogo financiero a que la presidenta somete a provincias y municipios.

                Son los compatriotas menos pudientes los que mandan sus hijos a la escuela pública de las provincias, se atiende en los hospitales, no tiene seguridad privada y debe concurrir a una justicia abarrotada cuyos fallos la administración nacional ni siquiera respeta –como ocurre con los 500.000 jubilados con juicios por estafa en sus haberes por parte de la administración nacional-.

                Muchos argentinos venimos sosteniendo desde hace años la esencia antidemocrática del oficialismo kirchnerista. Siempre se apoyó en la mentira. Ahora no le alcanza. Anuncia razzias fascistoides para intentar disciplinar a los argentinos a sus caprichos.

                Le irá como le ha ido hasta ahora: como con la 125, con la prohibición de Fibertel, con el ataque a los hijos de Noble, con los “sueños compartidos”, con la expropiación de la Rural, con la ley de control de Medios, con el operativo para neutralizarlo a Bergoglio, con el tope salarial del 18 %, con el dólar a 6,50…y con todo lo que anuncia. Por ejemplo, querer “parecerse a Alemania” pero asimilarse cada vez más a Venezuela, Irán o Corea del Norte.

                Puede hablar por Cadena Nacional y ser contenida por la cohorte de aplaudidores.

                Lo que muy pocos en el país creen es que hable en serio.

Ricardo Lafferriere

lunes, 20 de mayo de 2013

Reservas



                Como una obsesión, desde este sitio hemos reiterado hasta el cansancio nuestra voz de alerta por la irresponsabilidad con que la administración kirchnerista está tratando la gestión de las reservas del Banco Central.

                El tema no es nuevo, pero su agravamiento constante y sistemático obliga a volver sobre él.

                Sin ir más lejos, hace menos de un año, en nuestra nota del 5 de junio del 2012 titulada “No había 50.000”, sosteníamos que la realidad de las reservas en manos del BCRA oscilaba en alrededor de diez mil millones de dólares. No era una ocurrencia propia, sino un reflejo de la opinión de los economistas argentinos especializados.

                No era en ese momento un secreto, y tampoco lo era para los responsables.

                En su nota editorial del domingo 19, La Nación dio nuevamente la voz de alerta, coincidiendo con los números que nosotros publicábamos hace casi un año. La reducción paulatina de los números oficiales va acercando la “cifra kirchnerista” a la realidad, al producirse el fenómeno que entonces preveíamos. 

               Precisamente uno de los rubros contabilizados como “reservas” ha mostrado una reducción constante, debido a la decisión de actores económicos ajenos al gobierno que han retirado sus depósitos hacia fuera del sistema.

En efecto, contabilizadas como “reservas” los depósitos en divisas de los particulares, afirmábamos que el retiro de las mismas por sus legítimos dueños dejaría al descubierto la falacia. Las reservas contadas como propias no lo eran.

Tampoco lo son las sumas tomadas en préstamo a organismos internacionales. Y menos pueden contabilizarse como tales los bonos “NOBAC” y “LEBAC” con que se esteriliza la emisión monetaria, porque cuando los depositantes requieran esos recursos que les son propios, el BCRA no tendrá otra opción que devolvérselos a los Bancos, ya que si no se provocaría una paralización abrupta del circuito económico.

Y tampoco lo son los títulos sin valor con que el gobierno reconoce los retiros de divisas –en operaciones de dudosa legalidad- que realiza para cubrir deudas que le son propias, saqueando al BCRA.

Dice, en este sentido y entre otros conceptos, el editorial de La Nación: “En la contabilidad de las reservas también figuran préstamos del Banco de Ajustes de Basilea por alrededor de 3600 millones de dólares, que tiene su contrapartida en el pasivo correspondiente. Y, en el pasivo reclamable, están los títulos emitidos por el Banco Central (Lebac y Nobac), que, al 7 del mes actual, alcanzaban el equivalente de 23.455 millones de dólares. El respaldo de estos pasivos, además de las reservas, es el stock de bonos recibidos del gobierno nacional cada vez que las utilizó para pagar deuda pública. Pero estos son títulos no negociables que, a su vencimiento, serán renovados. Nada pueden respaldar.”

“En definitiva, -prosigue el editorial-  deducidas las obligaciones reclamables, el Banco Central dispondría de activos netos por poco más de 12.000 millones de dólares. Con esto debería responder no sólo al déficit mensual de divisas de 935 millones, sino también a la base monetaria que alcanza el equivalente de 56.940 millones de dólares.”

Recordemos algunos párrafos de nuestra nota del 5 de junio del 2012: “No había 50.000…

            Decíamos ya entonces: “Aún a riesgo de pecar de inmodestia, no es mal momento recordar  lo que afirmamos en esta columna desde hace, al menos, un par de años: las “reservas del BCRA” son otra de las grandes imposturas de la des-información oficial.

                “Hoy vemos la consecuencia. No hay 50.000 millones de dólares. Ni 40.000. Ni 30.000. Ni 20.000. Los economistas más serios, aquellos que no se prestaron en estos años a la “mentira piadosa” con el argumento elitista y oligárquico que saber la verdad puede atemorizar a los ciudadanos, nos ratifican su información: las reservas líquidas del BCRA, aquellas con las que puede contar para respaldar la base monetaria, no llegan más que a aproximadamente 10.000 millones de dólares. Menos aún que los que había en los tiempos finales de la convertibilidad.”

                Las reservas no son el respaldo automático de la moneda, pero son uno de sus componentes básicos. La relación entre el valor de la moneda nacional y la divisa depende también de otros factores, como el superávit comercial, la proyección de obligaciones y del balance de pagos, la confiabilidad que genere la política económica y la seriedad del país. Pero tampoco son una variable indiferente. De hecho, es la relación que se toma como punto de partida para calcular el valor real de la moneda. Y hoy tenemos un circulante de alrededor de 300.000 millones de pesos.

                Ese número implicaría una relación con las reservas de 7,80 a 1. Aumentaría el valor del peso –o sea, disminuiría el del dólar- un superávit comercial creciente, una gran confianza en el gobierno y el plan económico, un flujo de capitales desde el exterior hacia el país y un cronograma de pagos externos “calzado” con recursos genuinos previstos.

                Lo disminuirían –o sea, aumentaría el del dólar- los extremos opuestos: un superávit comercial decreciente, una gran desconfianza en el gobierno y el plan económico, un flujo de capitales desde el país hacia el exterior y un cronograma de pagos externos descalzado con recursos genuinos.

                Esa es la situación  no vale la pena seguir diciendo más. Queda claro que no es buena y que las perspectivas no son mejores.

                El “modelo” demostró su inconsistencia, haciéndonos perder diez años de las mejores oportunidades brindadas por el destino a nuestro país. 

               La tozudez, el sectarismo ideológico, la torpeza y la ignorancia han conducido al país hacia un callejón cuya salida es, una vez más, la inexorabilidad de un ajuste. 

               Es la triste desembocadura del “relato” kirchnerista, enmarcado en una soberbia y matizado por una corrupción como pocas veces se ha visto y un destrozo institucional que pone en riesgo todo lo logrado desde 1983.


Ricardo Lafferriere