martes, 30 de abril de 2013

Represión salvaje


Represión salvaje

Era difícil no indignarse al observar los hechos de violencia ocurridos en el Borda el viernes pasado.

Mientras intentaba racionalizar el enfrentamiento para poder comprender el por qué antes de escribir sobre él, se me ocurrió pensar -siempre lo hago, como una especie de "filtro" previo a emitir una opinión- cómo habrían actuado protagonistas -en casos similares- en otros países, tanto democráticos como autoritarios.

Pensé cómo habría actuado la policía de Francia, la inglesa, la sueca, alemana, española, italiana. O rusa. O norteamericana, canadiense, mexicana. O china, india o pakistaní. O chilena, brasileña o paraguaya...¡o cubana!

Confieso que a medida que revisaba en Internet -en algunos casos-, en mi memoria en otros, la indignación se me iba convirtiendo en una necesidad hambrienta de entender el por qué de la "originalidad argentina". Porque quedaba claro que a pesar de la firmeza y hasta algunos excesos de la actuación de la metropolitana, comparada con cualquier policía del mundo en situaciones equivalentes sus procedimientos estaban a años luz de poder ser calificados de "brutales". Sin embargo, así fueron leídos por muchos ciudadanos y la prensa.

En mi recorrida observé imágenes que muchos tenemos grabados en nuestra memoria -y en mi caso, coinciden on experiencias observadas en directo personalmente- a los suecos disolviendo manifestaciones ambientalistas, a los ingleses reprimiendo salvajemente a "wooligans", a los franceses deteniendo sin ningún miramiento estudiantes que protestan, a los alemanes cargando violentamente contra reclamos antinucleares, a los españoles reprimiendo "indignados" desesperados o a los chinos atacando con tanques a quienes reclaman derechos humanos. O a los norteamericanos reprimiendo con saña en Los Ángeles a personas de color, por no recordar a los rusos, cuya policía política poco deja que envidiar a la vieja KGB, con detenciones arbitrarias y muertes misteriosas. ¿Qué no decir de la policía brasileña protegiendo a sangre y fuego a quienes arrasan la amazonia aplastando con violencia la resistencia de los pueblos originarios a los que se les destruye su mundo, o a la chilena reprimiendo a los mapuches que defienden sus tierras?

Como se observa de este paseo imaginario, no hay filtros políticos o ideológicos. Tampoco concesiones. La fuerza pública es la fuerza del Estado. Por eso mismo sus integrantes están protegidos legalmente con figuras penales en todos los países. Resistirse a la policía, en cualquier país, es un delito grave en sí mismo. También acá, aunque no se aplique a pesar de ser ley vigente. Ni hablar si más allá de resistirla, se la agrede. Es sólo entre nosotros que se acepta el peligroso juego de considerar al orden público un elemento secundario o hasta ilegítimo, y agredir a la policía como una suerte de deporte en el que todo vale.

Es obvio que no me gusta la represión. A lo largo de mi vida política me ha tocado sufrir desde varias detenciones policiales simples en tiempos de la "Revolución Argentina" de Onganía, hasta las menos simples condiciones, en tiempos del "proceso", de "detenido-desaparecido" -afortunadamente, sobreviviendo gracias a la solidaridad de los jóvenes radicales cuya organización integraba, y a los grandes viejos que se movieron de inmediato reclamando mi aparición: Alfonsín, Balbín, Contín, Perette y el inolvidable don Arturo-. También la de "detenido a disposición del PEN" por ser considerado un peligro potencial para la sociedad, y la de detenido político en la Unidad Penal 1 en Paraná, y luego en mi propia casa. Con estos recuerdos, es muy difícil ser concesivo a actitudes represivas.

Pero ahora no se trata de eso. Mirando una y otra vez las filmaciones, está claro que la represión tuvo poco de "salvaje". También es evidente que existieron integrantes de la metropolitana que se desbordaron (en especial, uno de ellos que aparecía tirando balas de goma sin apuntar, con riesgo de sacarle un ojo a algún manifestante). Todo eso debe ser auditado, no sólo por las responsabilidades que correspondan sino para aprender a corregir las falencias que existieren, profesionalizar más la fuerza y soldarla con la ley y los vecinos -que, no olvidemos, son los que votan las leyes a través de sus representantes, y eligen a las autoridades que deben aplicarlas-.

Lo demás entra dentro de la triste "picardía política". No debe ser sencillo construir una fuerza policial nueva en el medio del enrarecido clima político argentino. Pero el esfuerzo vale la pena. La metropolitana es la respuesta del pueblo de la Capital ante la obsesiva actitud de la administración central de no transferir parte de la Federal. Esto implicará aprendizaje y una buena oportunidad para contar con una policía especializada en defender la ley y los derechos de los ciudadanos.

Dirigentes que no dijeron ni una palabra, entre otros hechos, ante la acción parapolicial que mató a Mariano Ferreyra, la matanza inmisericorde de los Quom en Formosa y su represión parapolical en Buenos Aires, la muerte del maestro Fuentealba, el crimen de Candela, la complicidad policial con las redes de trata de mujeres, la represión de los docentes y petroleros en Santa Cruz y mucho más que aparecen apenas revolvemos un poco la memoria, parecen solazarse ante un enfrentamiento tan absurdo como el de la Sala Alberdi o del propio Parque Indoamericano, que les permita interpretar los hechos como una decisión política represiva del Jefe de Gobierno.

Sin conocer la intimidad de las decisiones, el análisis de los hechos más bien parece compatible con un escarceo de violencia callejera motorizado por militantes político-gremiales de experiencia que, con picardía indisimulable, superaron la capacidad de tolerancia de la fuerza policial provocando su desborde.

Y en realidad, ganaron. No queda ningún "salvajemente reprimido" en ningún hospital. En el otro lado, un policía se debate con la posibilidad de perder un ojo, y otro con una conmoción cerebral producida por una piedra de gran tamaño. Más dos ministros interpelados, la "reforma judicial" abandonando la primera plana por un par de días, y la corrupción de nuevo desplazada a un segundo plano...

Si de algo puede acusarse al macrismo -y a gran parte de la oposición- en todo caso, es de ingenuidad.


Ricardo Lafferriere

No hay comentarios: