“¿Hay otro camino? ¡No hay!”, afirmaba, voz en cuello, el
presidente del bloque oficialista en ocasión del tratamiento en Comisión del “Memorando”
con Irán, convertido en Tratado Internacional y por lo tanto, con validez
superior a las leyes argentinas.
“¡En este convenio, traigo la paz!” afirmaba eufórico
Neville Chamberlain al regresar de Munich, donde había pactado con Hitler la “paz
posible” mediante la entrega de su aliado Checoeslovaquia al expansionismo del
Reich el 30 de setiembre de 1938. Poco tiempo después, un insaciable Hitler
desataría la guerra más sangrienta de la historia de la humanidad invadiendo
Polonia, Bélgica, Holanda, Francia, Dinamarca, Noruega, Grecia, Albania, Rumania
y Hungría, entre otros países.
“Cuando no se puede hacer lo que se debe, no se debe hacer
nada”, dijo alguna vez Leandro Alem. Esa afirmación, matizable en muchos casos,
deja de serlo cuando lo que “puede hacerse” arrasa con principios básicos de
convivencia, como es la legislación constitutiva de una sociedad. Su derecho
penal, nuestro derecho penal, ha sido llevado a una capitulación sin atenuantes
en razón de que entenderse que es “lo que se puede”.
Y no era imprescindible. Trabajosamente, la justicia
argentina había llegado hasta solicitar la detención internacional de los
principales imputados, y obtenido la “Carta Roja” de la propia Interpol. En
algún momento, más tarde o más temprano, la ley –para la que los tiempos son
lentos, pero inexorables- actuaría. Lo
que es imposible para lograr que la ley actúe, es renunciar a la propia ley.
El acuerdo firmado establece un oxímoron patético, si es que
lo hay: para que la ley se aplique, se decide ignorarla. Para que rija el
derecho argentino y lograr que restablezca el “equilibrio” entre el delito y la
justicia, se hace legal la impunidad. Para lograr la impunidad, se adecuan las
normas procesales consagradas por una ley de la Nación. Y de esa forma, se cree
que todo vuelve a la normalidad.
Ficción atroz para un estado de derecho. Es ingenuo pensar
que esta capitulación no tendrá consecuencias. Desde ya que las tendrá en la
ética de la convivencia interna, donde se está probando que todo es negociable,
aún lo más sagrado.
Pero lo tendrá más aún en el prestigio y confiabilidad de la
Nación Argentina en el mundo. No serán más “los libres del mundo” los que nos
saluden, porque nos habremos alejado de ellos, sino un pequeño eje de
marginales encargados de jugar con la vida de sus pueblos e ignorar los
derechos de sus ciudadanos.
Ricardo Lafferriere
1 comentario:
Lo único que cabe decir, TRAIDORES A LA PATRIA.Y espero estar vivo cuando sean juzgados¡
La lista de todos los obsecuentes apátridas que votaron a favor debe ser publicada en la web. Y si posible sus direcciones de mail.
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